2009/09/28

EL MESTER DE JUGLARÍA. LA ÉPICA MEDIEVAL

LOS CANTARES DE GESTA. EL CANTAR DE MÍO CID
1. Introducción.
2. La épica medieval. Características generales.
3. La epopeya castellana. Los cantares perdidos.
4. El Cantar de Mío Cid.
1. Introducción.
Durante la Edad Media se produjo en los reinos cristianos de la Península una literatura épica de la que nos han llegado escasos restos, si nos atenemos a textos estrictamente literarios. Son los llamados cantares de gesta, poesía narrativa en torno a la vida y las hazañas de héroes castellanos o sobre episodios históricos o ficticios de esos siglos. La manifestación más lograda de este género es el Cantar de Mío Cid.
No es fácil precisar el momento histórico en que surge esta poesía. Deyermond señala cuatro etapas situadas entre el siglo V y el siglo XI que pudieron dar pie a textos épicos:
-la conquista de la Península por los visigodos (siglo V),
- los primeros momentos de la oposición a la invasión árabe (siglo XIII),
- la época en que Castilla pugna por independizarse de León (siglo X),
- y los años de la vida del Cid (siglo XI).
En la primera de las etapas señaladas no hay prueba alguna de la existencia de cantos épicos, más probabilidad existe de que surgiesen algunos en los primeros años de la reconquista, aunque tampoco se han hallado evidencia concluyentes, que sin embargo, sí existen en la época de la emancipación de Castilla.
La épica se desarrolló en la Península de manera paralela a la consolidación de Castilla, primero como condado independiente (siglo X), y luego como reino (siglo XI). En esta época la Reconquista está en pleno desarrollo. En el siglo XI, tras la muerte de Almanzor, disminuye el poder musulmán, y al caer Hixam III (1031), se divide el Califato de Córdoba en diferentes reinos de taifas. Todo ello favorece el avance cristiano hacia el sur. Alfonso VI conquista Toledo en 1085. En el siglo XII, las invasiones de almorávides y almohades, procedentes del norte de África, da lugar a nuevos enfrentamientos lo que retrasó la reconquista.
La poesía épica es un fenómeno universal que presenta rasgos comunes en las diferentes épocas históricas y los diversos pueblos en que surge:
- Existe un héroe que ha de alcanzar unos objetivos superando ciertos obtáculos.
- Se tiene muy en cuenta a la divinidad que enaltece al héroe.
- Es fundamental la actividad guerrera, se resaltan los valores viriles y la entereza ante la adversidad, más que las relaciones amorosas u otro tipo de aspectos sociales.
- Hay una base ideológica común entre los personajes y los receptores a los que van dirigidas esas composiciones.
- La justicia se impone siempre y favorece al héroe.
- Son cantos de esperanza y suelen aparecer en pueblos que pasan por fases expansivas.
- El tono del poeta es elevado, serio y moral.
Por otra parte, Deyermond afirma que la "épica surge como consecuencia del espíritu heroico que anima a una colectividad en el período de formación nacional", pues los acontecimientos históricos así nos lo demuestran; si a esto le unimos la curiosidad popular ante las hazañas y noticias de sus héroes, podemos concluir afirmando, junto a Menéndez Pidal, que la épica venía a ser un sustituto de la historiografía, que en la época sólo era conocida en latín, lengua ya fuera del alcance de las personas no cultas. Sin embargo, recordando a Colin Smith, no hemos de olvidar que la épica es literatura, y así hemos de juzgarla, y no historia, por más que algunas obras sigan, grosso modo, los acontecimientos históricos. Los detalles históricos sirven para dar un ambiente de verosimilitud, al que se añaden elementos dramáticos, novelescos... Se trata en definitiva de literaturizar la historia. Esta teoría choca frontalmente con la teoría pidaliana del carácter histórico, sobre todo por lo que se refiere al Mío Cid.
Por lo que respecta a la definición de la épica, Deyermond opina que es una narración histórica en verso (su equivalente en prosa es la saga) y su objeto esencial se ha definido como la persecución del honor a través del riesgo.
El término cantar de gesta, es definido por Menéndez Pidal como relato épico difundido por los juglares, de carácter generalmente heroico y que tenía como objeto la vida de personajes importantes, sucesos notables o acontecimientos de la vida nacional que merecieran ser difundidos. La palabra gesta procede de gero>hacer, por tratar de cosas hechas, o sucedidas, y opuestas a las imaginadas propias de la lírica, y segundo que se denominan cantares porque estaban destinados al canto o la recitación y no a la lectura. Siguiendo nuevamente a Deyermond, y teniendo en cuenta las circunstancias de composición y difusión hablaríamos de épica heroica -dirigida a una audiencia popular y compuesta oralmente o por escrito- y épica culta -escrita normalmente en latín, salvo excepciones como el Libro de Aleixandre, y entroncada con la Eneida de Virgilio-. Aparecería primero la heroica oral, luego la escrita y por último la culta. Ambas épicas pueden compartir temas, rasgos formales, e incluso autores, pero se diferenciarían, siempre según Deyermond, en el público a que se dirigen y en la tradición en que los poetas están inmersos.
En cuanto a la difusión, teniendo en cuenta el elevadísimo índice de analfabetismo, debía ser oral y susceptible de ser recitada, pero ¿quienes la componían?. Para Pidal los autores de gran parte de la épica fueron los propios juglares y, aunque gozaban de gran libertad a la hora de componer, respetaban una serie de normas y rasgos propios del género que nos permiten hablar de la escuela del Mester de Juglaría. Además hay que considerar que los textos eran continuamente retocados para adecuar la obra al gusto del auditorio. Este era muy amplio y entre otras cosas condicionaría la lengua empleada en los textos.
Según Menéndez Pidal juglar era todo el que se ganaba la vida actuando ante el público. El término juglar se utiliza por primera vez en España en 1047 y pasó a significar "poeta" en lengua romance. Parece que conjuga la herencia de los antiguos mimi, histriones, thymelici que, hacia el siglo VII se transformaron en los jocularis y adoptaron los hábitos de los scopas o cantores bárbaros, es decir, cantar gestas épicas de la nobleza bárbara, viajando de castillo en castillo.
Desde el siglo XI surge una nueva denominación para designar al poeta más culto y no ejecutante: el trobador. Apareció en el sur de Francia y se sirvió de la lengua de oc como intrumento apropiado para la poesía lírica de las altas clases sociales. Desde la segunda mitad del siglo XIV el juglar quedó relegado al papel de simple músico o al inferior de bufón y el nombre de juglar fue desplazado por el de ministril. El juglar quedó asociado al truhán de mala vida y vagabundo. El segrer era un juglar intermedio exclusivo de la escuela poética gallego-portuguesa. Era superior al juglar, era hidalgo (escudero) y buscaba en la poesía un medio de vida.
3. La epopeya castellana. Los cantares perdidos.
El problema principal, se plantea ante el hecho de que los textos fueron transmitidos, y en muchos casos compuestos, oralmente y de que las copias que conservamos son muy posteriores al texto original. En consecuencia, la etapa previa a lo manuscritos existentes sólo puede ser tratada mediante deducciones basadas en analogías, que por supuesto se ven muy influidas por las propias convicciones del investigador.
Parece evidente que, aparte de su función de informar o divertir al pueblo, los cantares de gesta tuvieron también motivaciones políticas (ofrecían propaganda favorable a un determinado señor, familia o grupo) y a veces económicas (favorecer las donaciones a monasterios o iglesias).
Son dos las vías por las que se tiene constancia de que esos textos perdidos existieron realmente: las crónicas y los romances.
Los cronistas medievales se sirvieron en muchos casos de los cantares de gesta que trataban diversos episodios históricos. La otra fuente, los romances, con frecuencia se basan en el contenido de cantares e incluso reproducen de forma muy aproximada sus versos, lo que ha permitido en alguna ocasión la reconstrucción parcial de algunos cantares.
Actualmente son dos los problemas a los que se enfrenta el investigador:
- Problemas de autoría.
- Problemas de formación y al lugar de origen de la épica.
3.1. Problemas de autoría:
Para solucionar esta problemática se presentan varias soluciones.
a) Tesis individualista:
Defendida por Bédier en su libro "Les legendes épiques". Proclama que no hay obra sin autor y que los textos conservados (Chanson de Roland y Mío Cid) son los primeros escritos. Serían los manuscritos iniciadores del género y sus autores no partirían de ninguna tradición especial. Las canciones se escribirían varios siglos después de los sucesos y sin relación con estos. Habrían sido escritas por un autor concreto, individual, culto -un clérigo probablemente- que los habría redactado tomando como fuentes manuscritos conservados en el monasterio, y que los habría dado a los juglares para su difusión. El afán de componer esas obras sería propagandístico: pretendían airear la existencia en sus monasterios de reliquias pertenecientes a los héroes épicos y animar al pueblo a visitar tales lugares y a dejar limosna. Aunque tuvo gran número de partidarios también tuvo detractores entre los que destacan Lot, que demostró la existencia de ciclos enteros de cantares no vinculados a monasterios, y Dámaso Alonso, que desmontó la teoría con el descubrimiento de la "Nota emilianense" en 1954, que demostraban que 50 años antes de la Chanson de Roland la leyenda ya estaba difundida.
b) Tesis neotradicionalista:
Para Menéndez Pidal, que rechaza las tesis de Bédier, los textos conservados son producto de una tradición anterior de textos perdidos a través de la cual los cantares fueron continuamente retocados y modificados tanto en contenidos como en formas. La mejor forma de demostrar que existió una tradición anterior nos la proporcionan las prosificaciones de cantares que hallamos insertas en las crónicas medievales. Los cantares de gesta son formal e ideológicamente diferentes a las obras latinas antiguas y medievales que los defensores de la teoría anterior presentaban como fuentes. Acepta que toda obra de arte lo es de un autor individual, apartándose en esto de la teoría romántica de la creación colectiva. La poesía épica durante la Edad Media se habría mantenido en estado latente y habría estado sometida a continua transformación. En un principio no existieron textos escritos, sino orales, modificados a su antojo por los juglares y conservados gracias a la tradición. La existencia de esos cantares anteriores al Mío Cid se puede atestiguar por:
- Las prosificaciones incluidas en las crónicas.
- El carácter informativo que tenían los cantares y que exigía que fueran compuestos en fechas cercanas a los sucesos históricos que narran.
- La inserción de una serie de detalles históricos (por ejemplo nombres de personajes secundarios relacionados con el Cid, cuya existencia real está probada), cuyo conocimiento sólo puede proceder del mismo momento temporal en que se produjo el hecho.
Estas ideas pidalianas vinieron a ser confirmadas gracias al descubrimiento, en 1954, de la "Nota emilianense", por Dámaso Alonso. (Breve relato de la derrota de Roncesvalles hallado en el monasterio de San Millán y datado entre 1054 y 1056, antes de la redacción de la versión más conocida de la Chanson de Roland, lo que prueba que existía una tradición épica oral).
c) Tesis ecléctica:
Defendida por Colin Smith, adopta una posición intermedia. Admite con Dámaso Alonso que el Mío Cid no es el primer poema épico que se compuso, dada su perfección, pero cree que el CMC no es fruto de esa tradición oral, sino obra de un autor culto, que se fija en los textos orales. Este hecho intenta demostrarlo teniendo en cuenta la unidad del CMC, la inclusión de elementos cultos y su perfección técnica, que no pueden ser obra de un juglar casi analfabeto. La existencia de fórmulas épicas y recursos de la tradición oral, sólo prueban que el autor se basó en poemas orales anteriores. Rebate asimismo a Pidal por lo que se refiere a los datos históricos diciendo que estos no tienen por qué proceder de épocas cronológicas inmediatas, ya que el autor se pudo basar en documentos notariales que insertaría en su obra para darle verosimilitud. Este autor distinguiría entre dos tipos de épica:
- La de composición y tradición oral, cronológicamente anterior y que tendría unos caracteres similares a los descritos por Pidal.
- La de composición escrita y tradición oral, de la cual sería muestra los cantares de gesta hoy conservados y cuyas características serían muy similares a las expuestas por Bédier para todo el género medieval.
El paso de una épica a otra se daría en Francia alrededor del siglo XI, y en España a principios del XIII, fecha en la que se supone escrito el CMC, y sería producto de un proceso similar al que en el siglo XVI da lugar a la aparición del romancero nuevo.
3. 2. Problemas de formación y de origen de la épica.
a) Origen francés:
Defendida por Gaston Paris y los románticos. Defiende que los cantares de gesta fueron formados mediante la fusión de una serie de baladas o "cantilenas" (poemas épicos breves, que en España serían los romances) que existían con anterioridad. Estas cantilenas estarían hoy perdidas; los romances españoles conservados no serían los que habían dado lugar a los cantares de gesta, sino otros anteriores hoy perdidos. Hoy está definitivamente abandonada.
b) Origen arábigo-andaluz o andalusí:
Defendida por Julián Ribera y Marcos Marín. Parten de la existencia en las crónicas árabes de una serie de restos de leyendas épicas, y a partir de ahí las interpretan como prosificaciones de una poesía épica andaluza popular, actualmente perdida y que sería similar a las que los cronistas castellanos incluyeron en sus obras. Estas crónicas serían conocidas por los cristianos que vivían en Al-Andalus, que las habrían difundido y a la vez creado el motor que impulsó la aparición del género en la Castilla de la época. Así, en la epopeya árabe perdida estaría el origen de los Cantares de gesta castellanos. A esta teoría le ha restado credibilidad la tesis de Pidal y la total ausencia de textos conservados.
Algunos motivos presentes de la épica andalusí en la castellana son:
- el apodo dignificador que se atribuye a los protagonistas.
- la actuación de los mestureros.
- la mujer de alta alcurnia que consuela al cautivo.
- el llanto sobre las cabezas degolladas.
- la técnica realista e histórica.
- la práctica de la tolerancia y el espíritu democratizador.
c) Origen germánico:
Defendida por Pidal. Afirma que cuando los visigodos llegaron a la Península traían consigo una serie de leyendas y cantos heroicos propios (así lo afirma también Tácito). Estos cantos versaban sobre las hazañas de sus antepasados y se mantuvo la tradición tras su asentamiento en la Península. En esta época compondrían nuevas canciones sobre los sucesos del momento y referidas a los nuevos héroes que habrían surgido entonces. San Isidoro (siglo XII) atestigua esta tradición cuando aconseja que en la educación de los jóvenes se incluyan los conocimientos de los "carmina maiorum" y no simples y torpes canciones amatorias. La épica se continuó cultivando entre los visigodos hasta la llegada de los árabes y daría origen a la aparición de las posteriores manifestaciones castellanas del género; prueba de ello son los temas que, pertenecientes a la época visigoda, se mantienen en la épica castellana posterior, como pueden ser los cantares castellanos sobre la pérdida de España, que hoy se conservan en las prosificaciones y que marcan la unión entre la épica visigoda y la castellana (ciclo de Don Rodrigo).
En conclusión, Valbuena Prat considera que pudo haber un origen gótico que explica la génesis de nuestra epopeya; un influjo directo de formas, de detalles y de nombres a través de los árabes; y un desarrollo netamente español que, al llegar a los comienzos del siglo XII recoge en métrica, en minucias y en asuntos, los elementos de la chanson de geste francesas.
3.3. Singularidad de la epopeya castellana.
Siguiendo las teorías de Menéndez Pidal, que intenta abonar su teoría de la tradicionalidad, la épica española tendría unas características determinadas. Hoy en día toda la crítica admite las características de irregularidad y de asonancia, opuestas a la regularidad y consonancia francesas, que, no obstante habría pasado por una etapa de irregularidad. Sin embargo estas características no son propias de la poesía primitiva castellana, sino que se observan también en la anglonormanda, norteitaliana... Otra característica difícil de rebatir sería la capacidad de renovación de nuestra épica que, al contrario que la francesa, ha sido refundida una y otra vez en los más diversos géneros. Hoy en día María Luisa Meneguetti intenta demostrar la singularidad de la épica hispánica basándose en la existencia de un marcado carácter antifrancés en nuestra épica, que se manifiesta no sólo en detalles menores (origen francés de personajes traidores), sino en textos enteros como la leyenda de Bernardo del Carpio. Esta reacción antifrancesa se habría dado a comienzos del siglo XII, con la recuperación del estilo mozárabe frente al románico.
a) Características de la épica castellana:
Siguiendo a Pidal, las características generales de la épica castellana serían las siguientes:
- Anonimia:
Sería una épica hecha por autores que rechazan el individualismo y que en consecuencia no firman sus obras, sino que las entregan a la colectividad para que las completen o modifiquen como crean conveniente.
- Realismo versus historicismo:
Sería una épica compuesta en fechas cercanas a los hechos históricos que narran, por lo que conservan datos históricos al lado de los novelescos, pero evitando los episodios fantásticos tan frecuentes en la épica francesa. Colin Smith, tras admitir el carácter historicista de la épica castellana, afirma que los datos históricos se introducen con el único fin de dar verosimilitud artística al texto, y no por el hecho de haber sido escritos en fechas cercanas a los hechos.
- Tradicionalismo:
Los temas tratados han perdurado en el tiempo y sobrepasado las fronteras de la época medieval hasta crear una corriente de nuestra literatura nacional, recogida, fundamentalmente, en el Romancero y en el teatro del Siglo de Oro.
b) Características formales:
Por otra parte, se han señalado los siguientes rasgos formales:
- Rima asonante, opuesta a la consonante francesa.
- Metro irregular, dividido en dos hemistiquios con un número variable de sílabas. Estos dos rasgos demostrarían el carácter arcaico de la epopeya española, que se evidencia también en el uso de la "e paragógica".
- Empleo de fórmulas orales, son una serie de recursos o clichés lingüísticos, que facilitarían la composición y transmisión orales de una obra; los más frecuentes son
- Epítetos: el buen campeador, el de la barba bellida, el que en buen hora ciñó espada.
- Fórmulas de la voz narradora: Empleadas por el autor para dirigirse a su público con diversos fines (llamar la atención, expresar su opinión de los hechos...).
El hecho de que se introdujeran fórmulas orales no demuestra que se realizaran oralmente, sino que se pudo introducir a propósito en obras escritas para imitar los cantares de composición oral.
3.4. Gestas castellanas.
Son pocos los cantares de gesta conservados (8.000 versos en España, 1 millón en Francia), sin embargo, sabemos de muchos desaparecidos a través de las crónicas. Las causas a que se atribuye esta ausencia de textos son las siguientes:
1º.- Pérdida de manuscritos. En España las copias eran para uso de juglares y en Francia iban destinadas a lectores privados y bibliotecas.
2º.- Las copias en España se debían hacer exclusivamente con fines prácticos, que podían ser, según Deyermond, propagandísticos o para proveer de material a los cronistas -Alfonso X y su Estoria de España-, al igual que sucedió en la lírica tradicional.
Resumiendo, el conjunto de cantares de gesta castellanos de cuya existencia se tiene noticia, atendiendo a su temática, tal y como ha hecho Deyermond son:
a) Ciclo sobre la pérdida de España. Cantar de Rodrigo (ciclo de don Rodrigo).
b) De ciclo carolingio. Cantar de Roncesvalles, Cantar de Bernardo del Carpio.
c) De tema castellano. (ciclo de los Condes de Castilla) Cantar de Fernán González; Cantar de los siete infantes de Lara; Romanz del infant García; Cantar de la condesa traidora; Gesta de Ramiro y García, hijos de Sancho el Mayor; Cantar del cerco de Zamora; Cantar de la Jura de Santa Gadea; Cantar de Mío Cid; Cantar de las Mocedades de Rodrigo.
Este ciclo se caracteriza por los siguientes rasgos comunes:
- Fondo histórico: Fuerte vinculación de las gestas al culto que recibían los sepulcros de los protagonistas en iglesias y monasterios.
- Deseo de venganza como móvil central de la acción.
- Decisivo papel de las mujeres en la trama argumental.
d) Otros temas. Gesta del Abad don Juan de Montemayor; Cantar de la mora Zaida. Habría luego que referirse al Poema de Alfonso XI, del que se duda si adscribirlo a la corriente de clerecía o de juglaría y a la Campana de Huesca, incluido en la épica catalana.
3.5. Etapas de la épica castellana.
Los estudiosos, siguiendo a Pidal, han reconocido tradicionalmente cuatro etapas:
a) Período de formación:
Duraría desde los orígenes -en torno al siglo X- hasta 1140. Serían cantares breves -500 ó 600 versos- y versarían sobre los temas de Rodrigo, Fernán González, el infant García... Al final de este período empezaría a influir la épica francesa. (Cantar del rey Rodrigo y de la pérdida de España; Gesta de Ramiro y García, hijos de Sancho el Mayor; Cantar del rey don Fernando; Cantar de Sancho II y el ciclo de los condes de Castilla: Poema de Fernán González, La condesa traidora, Los siete infantes de Lara, Romance del infant García).
b) Período de florecimiento o plenitud.
Desde 1140 hasta 1236, fecha en que se supone redactado el Chronicon Mundi, que ya utiliza los cantares de gesta como fuentes históricas. Los cantares se hacen más extensos por influencia francesa, se complica y depura la acción y la técnica, se usan recursos para atraer el interés del auditorio, se sigue un plan establecido en la descripción de batallas y plegarias. En resumen, los hechos insignificantes de los anteriores cantares se amplifican. (Mainete, Cantar de Roncesvalles, La peregrinación del rey Luis de Francia, Bernardo del Carpio).
c) Etapa de prosificaciones.
Desde 1236 hasta mediados del XIV. Se utilizan los cantares como fuentes históricas y se incluyen prosificados en las diversas crónicas que se escriben en la época. Hay también un proceso de refundición de los poemas antiguos y de adaptación de gestas francesas.
d) Etapa de decadencia.
Hasta mediados del siglo XV. Los cantares crecen desmesuradamente e introducen nuevas corrientes poéticas que utilizan un lenguaje más retórico. Aumentan los episodios fantásticos, crecen los aspectos dramáticos del relato y se tiende a ensalzar desmesuradamente al héroe. Posteriormente los cantares se fragmentarán a base de seleccionar los trozos que más gustan al auditorio y se recitan sueltos, aislados del contexto. Es el nacimiento de los romances.
4. El Cantar de Mío Cid.
El Cantar de Mío Cid se conserva en un solo manuscrito, cuyo códice del siglo XIV se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid. El manuscrito estuvo perdido durante mucho tiempo, y fue publicado en forma impresa por primera vez por Tomás Antonio Sánchez en 1779. Es considerado por todos los críticos como una de las obras más importantes de la literatura española. Se conservan 3730 versos. El manuscrito debía de seguir a otro perdido, probablemente de 1207, copiado por Per Abbat, tal como indica el colofón.
4.1. El autor.
Ramón Menéndez Pidal, fiel a su teoría neotradicionalita, vincula el origen estamental del autor del Cantar de Mío Cid al mundo de la juglaría. La versión definitiva del cantar sería el resultado de la actividad refundidora de dos poetas juglares. La primera versión, muy próxima a los hechos que narra, sería fruto de un juglar de San Esteban de Gormaz; los hechos narrados en el primer cantar serían los más históricos. Un segundo juglar, de tierra de Medinaceli, ya más alejado de los sucesos históricos, introduce adiciones novelescas.
Los defensores de la teoría individualista buscarán la identidad del autor del Cantar de Mío Cid en el estamento de los clérigos. El “explicit” final, “Per Abad le escribió”, se interpretará en un sentido restringido, dándole al significante “escribió” la acepción de “componer”. El autor sería un hombre de la iglesia. Colin Smith, defensor también del individualismo, dice que el autor no sería un hombre de la iglesia, sino un laico, perito en leyes. Este autor se habría formado en alguno de los centros universitarios franceses (Montpellier, Orleans o París), lo que explicaría ciertas influencias francesas en el cantar.
4.2. Composición.
Para la escuela tradicionalista, los primeros elementos serían breves “cantos noticieros”, de naturaleza histórico-popular, que empezarían a gestarse ya en la vida del Cid. Poco después de la muerte de Rodrigo Díaz (1096), estos cantos cristalizarían, en torno a 1105, en la primera versión. Desde 1105 hasta 1140, esta materia cidiana se tradicionaliza, vive en variantes, y en 1140, según Pidal, se configura la versión definitiva del Cantar de Mío Cid, copiada en el códice del XIV por el amanuense Per Abad.
Los partidarios del oralismo, suponen que la materia cidiana habría vivido en constantes variantes en boca de juglares, quienes sólo aprenderían unas fórmulas, a partir de las cuales improvisarían su recitado. La versión que ha llegado hasta nosotros sería el resultado de la recitación de un juglar oralista a un escribano. El individualismo, explica el Cantar de Mío Cid como fruto de la actividad de un individuo, que con amplia y extensa cultura supo dar vida a unos materiales que él conoce a través de una documentación de carácter histórico.
4.3. Fecha de composición.
Menéndez Pidal asigna la fecha de 1140 basándose en la interpretación de los versos 3724-25 hoy los reyes de España sos parientes son / a todos alcanza ondra por el que en buena ora nació. Pidal interpreta estos versos como la significación de que el poema fue compuesto en el tiempo en que los descendientes del Cid llegan a ser reyes; e identifica esta situación con el año 1140, cuando Blanca, biznieta del Cid, se casa con Sancho, hijo de Alfonso VII, rey de Castilla y de León. Otros muchos críticos se inclinan por la fecha que aparece en el “explicit” final «Per Abbat le escribió en el mes de mayo / en era de mil e CC XLV años» [1245 - 38 = 1207]. El Cantar de Mío Cid habría sido compuesto entonces a finales del XII o principios del XIII.
4.4. Estructura externa.
Para Pidal y otros críticos, el texto estaría dividido en tres partes, «Cantar del destierro» (vv. 1-1086), «Cantar de las bodas» (vv. 1087-2277), y «Cantar de la afrenta de Corpes» (2278-3730). La clave estructural para esta división la ofrecen los versos 1085 (aquí conpieça la gesta de mío Cid el de Bivar) y 2275-76 (Las coplas deste cantar aquí van acabando / el Criador vos vala con todos los sos santos).
En estos tres cantares se entrelazan dos tramas principales, como destaca Ian Michael . La primera parte comenta el tema del deshonor moral y político del Cid ocasionado por el destierro injusto, y la rehabilitación gradual del héroe gracias a sus propios esfuerzos, que culminan en la reivindicación total de su honor, juntamente con la conquista de Valencia y con la consecución del indulto real. La segunda parte comienza antes del final de la primera, cuando los infantes de Carrión deciden casarse con las hijas del Cid; en esta segunda parte el Cid sufrirá el descrédito personal y familiar derivado de la afrenta hecha a sus hijas.
Sin embargo, el rey participará en el deshonor por su insistencia en que se casen los infantes con las hijas del Cid, y es el rey quien tiene que enderezar el entuerto por medio de un tribunal ante el cual el Cid logrará obtener reparación. La carrera del Cid llega a su culmen con los nuevos matrimonios de sus hijas con los príncipes herederos de Aragón y Navarra.
Otra posible división la ofrece Richtofen quien considera que el segundo cantar es la base de la obra y está escrito con anterioridad al primero. El autor empieza in medias res con un poema corto que incorpora un desenlace. En él se produce su mayor éxito militar con la toma de Valencia y en esta segunda parte encontramos un encabezamiento que correspondería al principio de la obra (verso 1085: Aqui's compieça la gesta de Mio Çid el de Bivar) y un final (versos 2276-2277: Las coplas d'este cantar aqui's van acabando / ¡El Criador vos vala con todos los sos sanctos!).
Garci-Gómez divide el poema en dos partes:
- la primera abarca hasta el verso 2277.
- la segunda coincide con el tercer cantar.
A la primera le correspondería la acción bélica, frente a la segunda donde esta queda desplazada por los hechos que atañen a la intimidad de los personajes, por lo que lo afectivo pasa a primer plano.
4.5. Características métricas.
El verso del Cantar de Mío Cid, o “verso épico”, similar al del Cantar de Roncesvalles, tiene como características métricas el anisosilabismo, es decir, sin medida fija (entre 10 y 20 sílabas), y la división interna en hemistiquios, también con un número irregular de sílabas. Estos versos no se agrupan en estrofas definidas; los metros se agrupan en series irregulares de versos con rimas asonantadas (sonidos vocálicos). Estos conjuntos reciben el nombre de “tiradas”. La extensión de estas agrupaciones es muy variable. Las hay de tres versos, mientras que otras sobrepasan los cien.
4.6. Estructura interna. Los temas del Cantar.
Los principales hechos históricos que no refleja el Cantar se refieren al hecho de que el Cid sirvió al rey moro de Valencia, al lado del cual luchó contra los cristianos y en particular contra Alfonso VI. Tampoco alude a su segundo destierro, sino que sólo habla de uno. La lucha por la reconquista, por los ideales nacionales aparecen en primer plano. El Cid Campeador sintetiza el valor caballeresco del momento. Su arrojo, la inquebrantable fidelidad hacia el Rey, su espíritu democrático y ecuánime para los vasallos, su hondo sentimiento religioso, su amor por la familia, el elevado concepto del honor, todos son virtudes que adornan al verdadero caballero de su tiempo.
Al mismo tiempo el Poema del Cid es un testimonio de los valores sociales y políticos de la Edad Media española. En el Cantar se observa un rasgo muy específico de la epopeya castellana. Sus héroes no están ligados a lo sobrenatural; no son semidioses, ni tienen poderes especiales. Rodrigo Díaz de Vivar es un hombre con todos los atributos de un ser humano, que tiene su familia y lucha por ella, además se gana el pan de cada día en el campo de batalla. El interés que despertó su figura viene dado, según Deyermond, no sólo por su carácter guerrero sino porque era representante de una nueva clase social, la baja nobleza castellana, que subía puestos en el escalafón social; eran hombres que se pusieron al lado del rey Sancho y que tendían en poca estima a la nobleza leonesa y a la alta nobleza castellana. Tales hechos quedan reflejados en la procedencia leonesa de los infantes de Carrión y en la procedencia de García Ordóñez, que pertenecía a la alta nobleza castellana. Todos los autores coinciden en señalar que el cantar participa en lo que han llamado el "espíritu de frontera", o la capacidad de mejorar en la situación social mediante el propio esfuerzo. No es de extrañar que se mitificara su figura como ideal de lo que el pueblo deseaba para sí. Todo esto se observa a la perfección si se repasan los temas del Cantar.
a) El honor.
Como destacan Gustavo Correa y Pedro Salinas, es el tema principal del poema, y aquel que genera todo el argumento: la recuperación de la honra que Mío Cid había perdido ante los ojos del Rey por causa de sus enemigos de la corte. Por tanto, todo el poema no será más que el intento de transformar la ira regia en gratia regia. Al final de la obra, el honor del Cid quedará restablecido hasta el punto de que llegará a emparentar con las familias reales de Navarra y Aragón, gracias a las segundas bodas de sus hijas. En la obra, el honor del Cid se ve atacado por dos elementos:
- los enemigos de la corte atacan su honor político, provocando la ira regia. El Cid consigue rehabilitarse por medio de sus conquistas militares y de su continuo vasallaje al rey.
- los enemigos de la corte han fallado en el hundimiento del honor político del Cid, e intentan atacar su honor familiar con la afrenta de Corpes.
Ante este nuevo ataque, el Cid no responde con violencia, como cabría esperar, sino que sigue los cauces de la reclamación jurídica ante las cortes presididas por el rey. Es en esas cortes donde el Cid recibe una compensación económica, pero también moral, ya que los enemigos son vencidos en duelo y doña Elvira y doña Sol vuelven a casar con hombres de mucha mayor jerarquía social.
b) La relación señor-vasallo.
Otro tema que encontramos en la obra es el reflejo de la sociedad feudal y, en concreto, de la relación de dependencia entre los vasallos y su señor. El Cid tiene sus propios vasallos, y ejerce sobre ellos un poder que nunca es injusto, puesto que el autor del poema pretende mostrarnos al héroe como una acumulación de virtudes, tanto en la guerra como en la vida cortesana. Por otra parte, el Cid se ve sometido a la relación de vasallaje respecto al rey. La actitud de Rodrigo ante Alfonso es de continuo respeto: pese a ser desterrado no considera en ningún momento que se haya roto la relación de vasallaje. Ese será el motivo de que en alguna ocasión no quiera luchar contra él y de que le envíe, por medio de Minaya, una parte del botín de guerra.
c) La religiosidad.
El tema religioso no está tratado en la obra con demasiada profundidad. En muchos casos es una simple referencia. Dios, la Virgen, los santos están en el Poema de Mío Cid como un último recurso al que acude el héroe cuando busca ayuda o protección en su difícil vida. El fondo religioso del poema se corresponde con la religiosidad propia de la Edad Media: la relación entre el hombre y Dios aparece establecida en cualquier aspecto de la vida, y la Iglesia es la institución presente entre los hombres y Dios; por eso, sus manifestaciones visibles (monasterios, iglesias, etc...) y sus sacerdotes (Abad, obispo don Jerónimo) se muestran en el poema como testimonio de esa concepción del mundo. El autor sitúa al Cid y a los suyos bajo la protección de Dios, entendiendo así que ellos cumplen una misión querida por el Creador y que, por tanto, habrá de ser recompensada al final. Por último, habría que señalar cómo el héroe no recibe nunca la ayuda directa de Dios para no romper la verosimilitud, estrictamente humana, de sus hazañas.
d) El tema jurídico.
Una cierta concepción jurídica, subrayada por Colin Smith, aparece presente desde el comienzo del poema: el rey ha desterrado al Cid y confiscado sus bienes amparándose en una ley visigoda: la ira regia. El Cid no ha tenido la posibilidad de defenderse, y sólo llegará a ser perdonado gracias a su heroica conducta y a haber mantenido la relación de vasallaje. Pero es en la segunda caída del honor del héroe donde mejor se desarrolla este bloque temático. La recuperación del honor familiar perdido se producirá de acuerdo con dos sistemas jurídicos:
- uno moderno: sometimiento a las leyes escritas que se aplicarán en los tribunales (las cortes del final del poema).
- el antiguo visigodo: el "juicio de Dios", que aparece en el poema en los duelos del final.
Durante toda la obra, el autor defenderá un sistema legal moderno, basado en las leyes escritas y no en el simple capricho de los reyes. Ese sistema moderno será el elegido por el Cid para restablecer su honor familiar.
4.6. El estilo épico.
Un componente fundamental del estilo épico son las fórmulas. Se trata de sintagmas que aparecen en la obra dos o más veces y tienden a ajustarse a un hemistiquio o a todo un verso. Entre las fórmulas destaca el epíteto épico, una constante en la epopeya desde Homero. Los más numerosos son los aplicados al Cid, otros son aplicados al rey, a las ciudades, etc.
Otro rasgo típico del estilo épico es la libertad en el uso de los tiempos verbales. Alternan con frecuencia el pretérito perfecto simple y el imperfecto y ambos con el presente. Estas alternancias están motivadas en ocasiones, por el sistema métrico (la rima o la distribución de acentos), pero en otras muchas responden a propósitos estilísticos, como la búsqueda de variedad.

2009/09/17

EL TEATRO MEDIEVAL

LAS PRIMERAS MUESTRAS DE TEATRO HISPÁNICO
1. Introducción.
2. Orígenes del teatro medieval.
3. El drama litúrgico en Castilla.
4. El Auto de los Reyes Magos.
1. Introducción.
Lo que se puede asegurar es que el teatro clásico no concurre al nacimiento del drama medieval. Con la caída del Imperio, tras las sucesivas invasiones bárbaras, desapareció el teatro conservándose sólo los mimos e histriones que debían de realizar un espectáculo a base de ejercicios circenses, parodias satíricas o representaban pantomimas ejecutadas con desvergonzados bailes lascivos contra lo que lucharon denodadamente los clérigos.
2. Orígenes del teatro medieval.
De esta forma el teatro medieval surge de unos nuevos orígenes. Estos se han de buscar en el desarrollo y desenvolvimiento de las festividades religiosas que permitían intercalar textos en su liturgia. De tal modo las fiestas de la Iglesia contienen en sí un fuerte carácter teatral constantado en muchos diálogos litúrgicos acompañados de cantos alternados, antífonas, responsos y música.
Un primer ejemplo es La peregrinación a Eteria del siglo IV. Poco a poco lo que había sido parte del texto sagrado se convirtió en un espectáculo religioso de tipo popular. La Iglesia favoreció estas representaciones porque contribuían a robustecer el gusto de los fieles por los actos del culto.
El germen primero de las representaciones litúrgicas estuvo constituido por los llamados tropos consistentes en la interpolación de una frase musical en la liturgia cristiana. Con el nombre de tropo se actualiza una denominación verbal de algunos pasajes de la liturgia, ya como introducción, como interpolación o como conclusión, o bien como combinación de estas formas. Debieron de surgir desde el siglo IX y se suponen originados en algún monasterio del norte de Francia; con el saqueo normando un monje huido de allí, llevó dicha práctica al monasterio suizo de Saint Gall, que se convirtió en el centro difusor de esta nueva costumbre.
El más antiguo tropo conocido es el Quem quaeritis conservado en un manuscrito de San Marcial de Limoges del año 933, aproximadamente. Este tipo de tropos se engloban dentro del grupo llamado Visitatio Sepulchri.
Posteriormente se extendieron a la fiesta de Navidad bajo la denominación genérica de Officium Pastorum del siglo XII. Progresivamente se fueron liberando de la liturgia y aun sin abandonar el carácter religioso dan lugar a dramas sacros recopilados bajo las denominaciones de Ordo prophetarum en los que aparecen las figuras de los profetas Daniel, Jeremías, junto con la Sibila dando fe del nacimiento del hijo de Dios.
La sustitución del latín en estas piezas por la lengua vulgar es un fenómeno paralelo al que tiene lugar en otros géneros literarios; puede considerarse en marcha a lo largo del siglo XII, aunque en el género que nos ocupa se efectuó menos cumplidamente mientras las piezas dramáticas estuvieron vinculadas a la liturgia y a los actos del culto. En muchas ocasiones el empleo de la lengua vulgar quedó limitado a solo unas partes de la representación. Los historiadores del teatro señalan tres períodos en el drama religioso:
- el drama litúrgico desde sus comienzos hasta 1200,
- el drama semilitúrgico que se extiende en una época de longitud variable,
- y el drama religioso constituido cuando las representaciones aparecen ya secularizadas.
3. El drama litúrgico en Castilla.
Se conservan dos tropos en Santo Domingo de Silos pertenecientes al ciclo de la Visitatio Sepulchri del siglo XI, otro en Santiago de Compostela del siglo XII, otros dos en la catedral de Huesca del siglo XI y de principios del siglo XII, uno del Officium Pastorum y otro del Quem quaeritis, otro más en Zaragoza y otro en Granada.
Probablemente las costumbres de unas diócesis pasaban a otras, útil medio de difusión que explica su conservación durante siglos sin variación. Donovan ante la escasez de tropos en Castilla llega a las conclusiones de que tal escasez se debe a la falta de cultivo del mismo por el mantenimiento del rito mozárabe que desconocía la práctica de los tropos. Además la introducción del rito romano se hizo en Castilla ya muy tarde cuando la literatura en lengua vulgar comenzaba a pujar contra la latina y otra razón es que la orden de Cluny, introductora desde el siglo XI del nuevo rito, era contraria a las representaciones teatrales en el interior de las iglesias. De esta forma es muy probable que las representaciones religiosas comenzaran a introducirse en Castilla ya en lengua vulgar.
En un decreto de las Partidas del rey Sabio, se prohibía la representación de obras, llamadas de escarnio, en las iglesias y se recomendaban otras que tuvieran que ver con los tres ciclos propios de los tropos -Navidad, Epifanía y Resurrección-; sus antecedentes están ya en el tercer concilio toledano en tiempos visigóticos, donde se denuncian ya costumbres licenciosas en los templos. Lo más probable es que a mediados del siglo XIII se diesen representaciones de dramas religiosos y profanos que se hicieran tanto dentro como fuera de las iglesias, que se representaran tanto por clérigos como por legos y que como medio de vida recogían en sus repertorios desde pantomimas a recitados.
Lázaro Carreter cree que los monjes galos conocedores de las prácticas tramontanas son quienes directamente, sin el intermedio del tropo litúrgico latino, componen obritas religiosas en lengua vernácula, para reprimir, ordenar y canalizar los excesos profanos de los templos.
4. El Auto de los Reyes Magos.
La temprana fecha de la Representación de los Reyes Magos y el origen gascón de su autor, encajan perfectamente en esta suposición, al igual que los tres ciclos recomendados por el rey Sabio, que corresponden exactamente con los ciclos ya tradicionales en Francia.
El Auto o Representación de los Reyes Magos se piensa que es una adaptación castellana de algún drama litúrgico francés. Compuesto en versos de nueve, siete y catorce sílabas, comienza con los tres monólogos de los Reyes, en los que la visión de la estrella anunciadora es interpretada como señal del nacimiento del Mesías. Su entrevista con Herodes y la consulta de este a sus rabinos completan la obra que debería de acabar con la adoración de los Magos en el portal y cerrando el conjunto el canto de un villancico. Hay un intento de caracterizar a los personajes, ciertos rasgos de humor y pinceladas realistas de sabor muy castellano.

EL MESTER DE CLERECÍA

EL MESTER DE CLERECÍA. GONZALO DE BERCEO. EL LIBRO DE BUEN AMOR
1. Introducción.
2. Características generales del Mester de Clerecía.
3. Gonzalo de Berceo.
4. El Libro de Buen Amor.
5. Otras obras del Mester de Clerecía.
1. Introducción.
El siglo XIII conoce un período de paz y tolerancia que permite cierta prosperidad económica acompañada de un resurgir cultural que en otros países europeos venía dándose desde el siglo XII. La Reconquista avanza con rapidez hacia el sur con Fernando III, hasta detenerse a mediados de siglo, a falta de la conquista del reino de Granada, empresa que se pospuso indefinidamente, pues el rey moro granadino, vasallo de Castilla, pagaba muy cuantiosos tributos.
Con el transcurso del siglo aumenta el poder de la nobleza. Se desarrollan las ciudades donde surge una alta burguesía formada por ricos comerciantes y banqueros, junto a una baja burguesía de artesanos y pequeños comerciantes. Por otro lado, se reaviva el espíritu religioso y aparecen órdenes mendicantes como las de los franciscanos y dominicos. Con cierto retraso respecto a otros países europeos se crean las primeras universidades: Palencia hacia 1212 y Salamanca hacia 1220.
Las obras del siglo XIII crearon un ámbito literario que se situaba entre dos fronteras:
- Frente a las manifestaciones del folclore de carácter oral y anónimas compartirá el uso de la lengua vernácula y el uso de ciertos formulismos de la épica.
- Frente a la literatura en lengua latina de base escrita y con predominio de la autoría, recogerá el ámbito de la cultura clerical y una preocupación por la forma.
La coincidencia con la literatura folclórica consiste en el uso de la lengua vernácula y más allá de la lírica popular, la literatura vernácula clerical también sobrepara los formulismos inherentes a la poesía extensa de carácter épico; de la literatura latina recoge el ámbito de la cultura clerical, aprovechándolo para la génesis y desarrollo de su propia obra. En esta poesía primitiva encontramos una iniciación que, mediante la cuaderna vía, nos ofrece una relativa perfección formal; enlazando con las manifestaciones juglarescas, se encuentran una serie de poemas que representan una situación mixta de transición con formas menos regulares que las de la cuaderna vía. De una forma u otra, las obras fueron, en general, comunicadas oralmente a los públicos, si bien los textos se fijaron en la escritura para la conservación de los mismos.
2. Características generales del Mester de Clerecía.
La expresión sintética mester de clerecía, acuñada con palabras que figuran dispersas en la segunda copla del Libro de Alexandre, sirve desde hace tiempo para designar a un subgénero poético distinto, aunque en modo alguno herméticamente aislado de las composiciones de los juglares españoles medievales. Es importante saber interpretar estas palabras de forma precisa y qué entendía Alexandre por su profesión o mester. He aquí su tan citado pasaje:
Mester traygo fermoso non es de joglaría,
mester es sen pecado, ca es de clereçía,
fablar curso rimado por la cuaderna vía,
a sýlabas contadas, ca es gran maestría.
En otros lugares del poema comprobamos que mester, y su doblete culto ministerio, significaban para nuestro poeta, en su acepción más amplia, una especie de deber que tenían todos los hombres, cada cual según su condición, de dominar su ciencia y ponerla al servicio de algo, hacer de su vida un trabajo o menester; en suma su objeto es instruir. Clerecía para nuestro autor, no es tan solo erudición, sino algo íntimamente identificado con el studium de la escuela o universidad; y su valor se simboliza asociándolo con Aristóteles, el sabio supremo.
Igualmente señala la característica concreta y específica del uso de un determinado tipo de métrica culta, regular (fablar curso rimado por la cuaderna vía / a sýlabas contadas). Se destaca con ello una característica literaria (no moral) que corresponde a una actividad propia de intelectuales o sabios.
El sintagma "mester es sen pecado" remite a la métrica, por lo que "pecado" habría que considerarlo como alusión a la falta de cualquier defecto en lo que respecta al arte de la rima y de la regularidad silábica.
Frente al Mester de Juglaría, de contenido popular e irregularidad métrica, surge en el siglo XIII el Mester de Clerecía, erudito y cultivado por los clérigos, que comprendía a todo hombre culto y letrado, que poseyera la educación latino-eclesiástica.
El saber se refugia en los monasterios y durante siglos es esencial patrimonio de los clérigos, de donde nace la atribución de este carácter a quienes se entregan al estudio, aunque no fuese aquella su condición real: clerecía y saber se hacen sinónimos. Estos clérigos paulatinamente van dejando el latín, e incorporan la lengua popular para acercar la cultura de sus bibliotecas al pueblo llano:" Quiero fer una prosa en román paladino / en el qual suele el pueblo fablar a su veçino..."(S. Dom. 1)" Quiero fer la passión del sennor Sant Laurenten / romanz que la pueda saber toda la gent..." (S.Laur. 1). El Mester de Clerecía no desplazó, sino que coexistió con el de Juglaría; pronto utilizan ambos el mismo idioma, se dirigen al mismo tipo de público, se abastecen de temas populares. Los juglares clericales intentan contrarrestar los efectos pecaminosos e inmorales que atribuye al juglar profano. Berceo se llama a sí mismo juglar de Santo Domingo y trovador de la Virgen. No obstante, R. Menéndez Pidal, en su Poesía juglaresca y orígenes de las literaturas románicas, escribe: "Aunque es común presentar la poesía romance de los clérigos como antagónica de la de los juglares, esta manera de ver no se ajusta a una exacta apreciación de las obras de inspiración clerical. La poesía romance de los clérigos no nace en son de guerra, ni mucho menos; Berceo siente humildemente de sí, pues, aunque clérigo, confiesa que no es bastante letrado para escribir la lengua de los doctos; solo sabe algo de latín para entenderlo, y quiere entonces servir de intermediario entre la ciencia de los clérigos y la ignorancia del vulgo... El público para quien Berceo escribe es, en esencia, el mismo para quien cantan los juglares... El clérigo piensa siempre en el público iletrado para quien escribe..." Berceo no se aparta desdeñoso de la juglaría; colabora para enriquecer el repertorio de los juglares que son los habituales propagadores de toda la literatura.
2.1. Las fuentes escritas.
A diferencia de la literatura épica, basada en sucesos históricos, con un fuerte componente oral, la poesía narrativa de los clérigos se apoya abundantemente en textos escritos, desde la Biblia a todo un corpus de textos latinos que circulaban por los monasterios y universiades europeas. A partir de estas fuentes, los clérigos llevan a cabo una intensa labor de reelaboración basada en diversos procedimientos retóricos comunes entre "escolares", como la amplificatio, la abbreviatio, la conversio o el ornatus.
2.2. Métrica. Lengua. Temática.
Los rasgos que caracterizan al Mester de Clerecía pueden resumirse en los siguientes:
a) Todos los poemas están escritos en estrofas de versos alejandrinos (de catorce sílabas, divididos en dos hemistiquios de siete y con acento obligatorio en la sexta sílaba), con una sola rima consonante, que reciben el nombre de tetrástrofo monorrimo o cuaderna vía. Los poetas de clerecía respetan rigurosamente el canon métrico, de forma que todo verso mal medido puede estimarse como descuido involuntario o falta de habilidad. También, debe tenerse en cuenta, además, los errores de los copistas y las diferencias de pronunciación, y los distintos criterios seguidos respecto a la sinalefa, el hiato, la sinéresis y la diéresis.
b) El lenguaje pretende ser mucho más cuidado y selecto que el de los juglares. Esta perfección puede deberse en buena parte al avance natural sobre los escritores precedentes; el poeta utiliza un lenguaje familiar , llano y sencillo, animado con expresiones pintorescas y vulgares comparaciones.
c) Lo fundamental del Mester de Clerecía radica en su temática. Se suele decir por influencia de su propio nombre, que éste se ocupa de temas religiosos; pero, con excepción de los libros de Berceo, ninguna obra específica de esta escuela es religiosa. Lo esencial reside en que trata de temas eruditos, de materias que no han sido tomadas de la observación directa de la vida, de acontecimientos actuales como hacen los juglares, sino del saber escrito al que no se tenía acceso sin una dedicación estudiosa. Y así tenemos los temas religiosos tratados por Berceo (marianos, hagiográficos o doctrinales); el Libro de Alexandre que se centra en la temática de origen clásico; el Libro de Apolonio que entronca con el relato de aventuras de la tradición griega; el Poema de Fernán González que trata el tema épico. Posteriormente, en el siglo XIV, esta amplitud temática será todavía mayor.
d) Cronológicamente el Mester de Clerecía se prolongó desde mediados del siglo XIII hasta finales del siglo XIV. Durante el siglo XIII se mantuvo fiel a los moldes métricos, pero en el siguiente da entrada a formas poéticas distintas de carácter lírico y metro más breve; en ocasiones, aparecen versos de dieciséis sílabas, mientras que en otras se dan cuartetas heptasílabas, como resultado de separar dos hemistiquios del alejandrino (Proverbios morales de Sem Tob).
Otra diferencia esencial que separa la clerecía de ambos siglos es la siguiente:
- al siglo XIII corresponden obras anónimas, con la excepción de Berceo, de carácter más impersonal, rígido, y, literariamente, más "objetivo"
- frente al siglo XIV que da entrada a grandes figuras literarias, de inconfundible personalidad, como la severa requisitoria moral del Canciller de Ayala y el gran retablo humorístico del Arcipreste de Hita, verdadera comedia humana de su siglo.
2.3. Evolución del Mester de Clerecía.
Tradicionalmente se han venido englobando bajo la fórmula de Mester de Clerecía obras de los siglos XIII y XIV. Sin duda comparten el uso predominante de la cuaderna vía y su manejo de fuentes escritas en latín y romance. No obstante, hay grandes diferencias entre las obras de uno y otro siglo. Estas diferencias han llevado a Deyermond a proponer que el término Mester de Clerecía se aplique exclusivamente a los textos en cuaderna vía del siglo XIII: el Libro de Alexandre, la obra de Berceo, el Libro de Apolonio y el Poema de Fernán González. Estas obras presentan rasgos comunes que los diferencian de los del siglo siguiente:
- Se atienen rigurosamente a la forma métrica de la cuaderna vía.
-Se conectan con ciertos monasterios de Castilla la Vieja y con la Universidad de Palencia.
- Están compuestas dentro de unos márgenes cronológicos reducidos, primera mitad del siglo XIII.
- Comparten un universo cultural semejante.
- Predomina el carácter didáctico.
A la segunda mitad del siglo XIII pertenecen textos que se distancian de los anteriores, aunque utilizan la cuaderna vía. La emplea en parte la Historia troyana datada hacia 1270 y los Castigos y ejemplos de Catón, obra relacionada con la literatura gnómica o sapiencial.
En el siglo XIV se producen obras de mayor complejidad y que, si recogen elementos de las obras del siglo anterior, discurren por caminos distintos, en parte por surgir en un contexto histórico y cultural muy diferente. Se introduce la autobiografía ficticia, el tono burlesco, la sátira de costumbres y estamentos sociales, etc. Formalmente se respeta menos la regularidad de la cuaderna vía y ésta no es el vehículo exclusivo de expresión: aparecen también metros de arte menor y otras formas estróficas.
3. Gonzalo de Berceo.
3.1. Vida y obras:
Primer poeta español de nombre conocido, es el más genuino representante del Mester de Clerecía, y posiblemente su introductor. Nació a finales del siglo XII, en Berceo, pequeño pueblo riojano, se educó en el monasterio benedictino de San Millán de la Cogolla, y estuvo agregado a este monasterio como clérigo secular. Debió morir bastante viejo; por diversas escrituras notariales se sabe que vivía aún en el año 1264. Pero poco más se conoce de su vida, que debió de transcurrir plácidamente entre gentes sencillas, entregado a sus deberes religiosos y a componer sus obras.
Todas las de Berceo son religiosas:
- tres vidas de santos: Vida de Santo Domingo de Silos, Vida de San Millán de la Cogolla y Vida de Santa Oria;
- tres poemas dedicados a la Virgen: Loores de Nuestra Señora, Planto que fizo la Virgen el día de la Passión de su Fijo Jesu Christo y Milagros de Nuestra Señora;
- tres poemas de asunto religioso vario: Sacrificio de la Misa, De los signos que aparescerán antes del Juicio y Martirio de San Laurençio.
a) Milagros de Nuestra Señora
Constituye la obra más extensa e importante de Berceo; se compone de veinticinco narraciones precedidas de una introducción alegórica. Milagros que obra la Virgen en favor de sus devotos para salvar sus almas o protegerlos de algún mal. Un ladrón devoto de la Virgen va ser ahorcado, pero la Virgen coloca sus manos entre el cuello y la soga y le salva de la muerte; un monje se ahoga en un torrente al regresar de una aventura pecaminosa, pero la Virgen le resucita para que pueda hacer penitencia y así salvar su alma; el clérigo ignorante acusado de no saber otra misa que la de la Virgen, quien ordena al obispo que le retire el castigo; Teófilo que vende su alma al diablo por codicia, y la Virgen, ante su arrepentimiento, rescata el documento de venta; en un pleito de dinero el Niño Jesús, que la Virgen sostiene en sus brazos, habla en defensa del acreedor que la había puesto como testigo de su préstamo, etc., etc.
Estos milagros y leyendas piadosas existían en todos los países de la Europa medieval. Constituían una abundantísima literatura latina, de la que son modelos típicos y más populares el Speculum Historiale, de Vicente de Beauvais, la Leyenda Áurea, de Jacobo de Vorágine, y en romance francés, Les Miracles de la Sainte Vierge, de Gautier de Coincy. Puymagre supuso que Berceo tomó sus temas de este último libro, pero R.M.P. hizo notar la improbabilidad de que Berceo hubiera conocido la obra del francés. Parece mas verosímil que ambos se hubieran inspirado en modelos comunes, de aquí sus coincidencias. Richard Becker encontró en la Biblioteca de Copenhague un manuscrito en el que se incluyen 24 de los 25 "milagros" relatados por Berceo. Este suprime cuatro de los del manuscrito y añade por su parte el 25, además de la Introducción, pero sigue fielmente incluso el orden de los que utiliza. Todo hace suponer que Berceo, lo mismo que Gautier de Coincy, se sirve de algún texto similar al de Copenhague, de gran circulación entonces por Europa.
Berceo, pues, no inventa sus asuntos, trata tan sólo de difundir en lengua romance las historias marianas escritas en latín. Vulgariza, no crea. Con gran frecuencia hace alusión al libro que toma como modelo, y a veces se detiene tímidamente ante un dato que ignora, porque no está escrito en las páginas que lee, o porque la letra o el mal estado del texto no se lo dejan entender: El nombre de la madre deçir non lo sabría. Commo non fue escripto non lo devinaria... En ocasiones escribe frases como estas: "Lo que non es escripto non lo afirmaremos", "dizlo la escriptura",, "diz el cartulario", "escripto lo tenemos" etc. Su respeto, casi supersticioso, por lo que dice la letra escrita, corre a la par de su exigencia de ser creido por los oyentes, pues lo que dice se basa en el testimonio irrecusable del texto escrito que maneja.
Pero esta falta de originalidad temática no rebaja, sin embargo, la personalidad de Berceo como poeta. El autor modifica, amplifica y enriquece sus modelos, vistiéndolos con rasgos de las costumbres cotidianas de la región. Su propósito es dar cercanía a lo que cuenta para aproximar el árido texto latino a las gentes sencillas; se esfuerza por ser gráfico y familiar, y recurre a comparaciones prácticas de labriegos, a locuciones campesinas, a nombres de utensilios domésticos, a refranes. Así es como los temas que utiliza, universales, y no menos convencionales también, en la literatura de su tiempo, adquieren en sus manos sabor de inmediata realidad, de paisaje habitual, de familiar localización. El mundo que captaban sus ojos desde el tranquilo claustro de su monasterio, salta a sus páginas poéticamente transmutado. En esta capacidad de asimilación, que es auténtica fuerza creadora, reside toda la gracia poética de Berceo y el milagro de su personalidad.
La plasticidad que logra Berceo en sus relatos se debe a la casi constante presencia del poeta en la narración, y al hecho de que su público está allí, inmediato y atento a su palabra. Su presencia artística es innegable, pero aquí nos referimos además a su presencia física. Dirige el curso de sus historias en primera persona, como un maestro o predicador: Cambiemos la materia, en otro son cantemos (Loor. 103); habla de los sucesos como vistos por él: Yo la vi, asy la faz del Criador (S. Dom. 109); Commo por mis oreias las oy yo tanner (S. Mill. 487); o describe los lugares como familiares a su experiencia: Yo sobí por algunas, esto muchas vegadas (S. Or. 39); cuenta siempre con la realidad inmediata de sus oyentes, a los que invita a escuchar: Sennores, si quisiéredes attender un poquiello (Sign. 1); Oid otro miraclo fermoso por verdat (Milag. 182). De todos los recursos de que dispone el autor, ninguno tan eficaz ni tan poético como su arte incomparable para bajar el cielo a lo vulgar y tender un puente de familiar comunicación entre el oyente y sus palabras. La frecuencia con que se dirige a quienes le escuchan es una prueba más de que los poemas están destinados a ser oidos, y no a la lectura privada.
Un aspecto sobre el que se ha insistido siempre al tratar del estilo de Berceo es su prosaísmo. Para muchos el uso frecuente de locuciones vulgares, del habla familiar de nombres de utensilios y objetos de la vida común, asi como la sencillez y naturalidad que busca como más adecuada para su público, rebajan frecuentemente su palabra al nivel de la prosa. Pero, muy al contrario, todo el encanto de Berceo, lo que forja precisamente su inconfundible personalidad, es el haber alzado a poesía lo cotidiano y lo trivial y descubierto las frágiles finezas de las cosas y las palabras ordinarias. Con asombrosa sencillez describe Berceo el momento tremendo de la muerte de Cristo en el Duelo de la Virgen: Inclinó la cabeza commo qui quier dormir, Rendió a Dios la alma e dessóse morir. (Duel. 108), Así pinta Berceo la sigilosa huida de los demonios, que abandonan su presa, en el milagro XI, cuando oyen el nombre de la Virgen: Derramáronse todos como una neblina (Milag. 278).
La religiosidad de Berceo no se manifiesta en elevadas teologías, sino en una devota familiaridad, tierna y humana, con las cosas más altas. Su ascetismo es sencillo y devoto. María, infunde optimismo hasta en los momentos más dramáticos y augura siempre un desenlace feliz. El poeta funde en sus relatos motivos triviales y divinos, porque para él, como dice Guillén, "nunca es pequeña una realidad en perspectiva sacra", y en su mundo, sólidamente establecido, cielo y tierra no son sino planos diversos de una misma realidad global.
Otros como Brian Dutton cambian la imagen tradicionalmente admitida de la persona y la obra de Berceo, y muchos de sus rasgos habrán de ser modificados, quizá, en estudios futuros. Así Dutton dice, Berceo escribió la Vida de San Millán para propagar la vida del santo y contribuir a la prosperidad económica de su monasterio, comprometida desde que nuevos centros de peregrinaje le hicieron perder su casi monopolio en la región navarro-castellana. Los donativos de San Millán, que tradicionalmente se cobraban, tenían su base en unos supuestos votos ofrecidos al Santo por Fernán González en 934, según un documento amañado con este fin y cuya falsedad está ya demostrada. Lejos de sugerir que Berceo careciese de una devoción sincera, afirma que la Vida de San Millán es producto de una fe hondamente sentida, pero con todo un producto motivado por consideraciones económicas y condicionado por la sociedad en que vivía, tomando una forma concreta de expresión en las dotes literarias de Berceo...; muy devoto de su monasterio, juzgó injusta su fortuna decadente, y en sus habilidades literarias descubrió una manera de contribuir algo a rectificar la situación". Su optimismo básico, su casi permanente sonrisa, su llana bondad, saben llegar al alma del oyente por el camino de lo vulgar y a través del habla aldeana que anima y da sabor a todo lo que toca.
b) Vidas de Santos:
Después de los Milagros, las vidas de santos representan lo más importante de su producción. También para su composición se inspiró en modelos escritos: para la vida de Santo Domingo de Silos en la historia latina del abad Grimaldo; para la de San Millán en el original latino de San Braulio; y para la de Santa Oria en el relato de Munio, confesor de la Santa. Al limitarse a un solo personaje fundamental carecen estos libros de la movida variedad de los Milagros, pero en cambio, se acentúa en ellos el rasgo realista, vivo y popular. Sus modelos son próximos, moradores de su monasterio, habitantes de los paisajes y pueblos que le eran familiares. Rinde tributo de gratitud al monasterio en que se educó y vivió, cantando las glorias de la orden benedictina, los repetidos milagros de sus santos, sus vidas humildes y esforzadas.
Cabe destacar en la Vida de Santo Domingo de Silos, el pasaje donde defiende los bienes del convento de San Millán contra la codicia del rey navarro don García. En la Vida de San Millán cabe destacar el fragmento donde narra la batalla de Simancas, único episodio bélico en toda la obra del poeta. Se debe reseñar el sentido práctico con el que según Brian Dutton se escribió este poema; así como la Vida de Santo Domingo de Silos, que según este autor, debe su existencia al éxito obtenido por su predecesora en la recolecta de donaciones para los monasterios, verdaderos sanatorios de la época. En la Vida de Santa Oria, escrita por Berceo en su vejez, revela el cansancio del escritor, pero también al mismo tiempo la acendrada religiosidad, que culmina con cierto calor místico. Giovanna Maritano escribe: "nos encontramos frente a una obra auténticamente lírica"; los motivos de color le hacen comparar el poema de Berceo con las pinturas de sus contemporáneos Giotto y Duccio; y señala que, mientras en las obras restantes predomina la narración, ésta es una sucesión de cuadros vivos. Y añade un dato de interés: encuentra en la descripción de la Gloria, a la que sube la Santa siguiendo con los ojos el vuelo de la paloma, un manifiesto influjo de las descripciones del Paraíso en las leyendas de Mahoma con sus jardines verdes y floridos.
c) Obras restantes:
Están lejos de la importancia de las ya comentadas. Berceo carece todavía en estos libros de la poética inspiración que daba acentos tan personales a sus otras páginas. Los Loores de Nuestra Señora, mezcla de relatos bíblicos acabados con un elogio a la Virgen, y el Planto o Duelo que fizo la Virgen el día de la Passion de su Fijo, inspirado probablemente en un sermón de San Bernardo, distan un trecho infinito de la gracia poética de los Milagros. En este libro se halla el conocido cantar popular Eya velar; se trata de una "cantiga de veladores" compuesta de trece pareados irregulares, seguidos de estribillo ¡Eya velar! Que non vos furten el Fijo de Dios. ¡Eya velar! que sería cantado a coro. Esta joya lírica de origen popular revela el fino sentido lírico del poeta.
El Sacrificio de la Misa, los Signos que aparescerán antes del Juicio y el Martirio de Sant Laurencio, no pasan de ser auténticas prosas rimadas en el sentido literal de la palabra. Berceo fue totalmente desconocido de los siglos clásicos, a pesar de que los temas de sus Milagros hayan podido inspirar a comediógrafos, poetas y novelistas de los Siglos de Oro y de la época romántica. Tomás Antonio Sánchez lo editó por primera vez en 1780, pero todavía el siglo XIX le dedicó escasa atención y menos aprecio, hasta que Menéndez y Pelayo destacó su particular importancia como el mayor poeta culto del siglo XIII.
El siglo XIV se caracteriza por la crisis en diferentes ámbitos. La reconquista sigue detenida, como en la segunda mitad del siglo XIII, pero la crisis política se manifiesta en forma de luchas nobiliarias. Se produce una crisis demográfica causada por la peste, y a esta se suma la económica. También entra en crisis el poder feudal: se da un fuerte éxodo hacia las ciudades, donde prosigue su desarrollo la burguesía, el comercio y la pequeña industria artesanal.
Los valores de estas clases sociales emergentes se imponen sobre los antiguos principios: la astucia y el dinero desbancan a las normas caballerescas. También se ponen en cuestión los fundamentos religiosos y morales que se habían impuesto en el siglo anterior y se adopta una moral más vitalista y práctica. El teocentrismo queda sustituido por una visión más conflictiva del mundo, donde las visiones espiritualistas chocan con el deseo de goce de la vida y de los placeres terrenales.
4.1. Problemas textuales:
El libro fue muy conocido durante los siglos XIV y XV. Después se perdería prácticamente su rastro. De hecho, durante el siglo XVI sólo hay menciones de él en círculos humanistas muy restringidos (lo cita, por ejemplo Argote de Molina). La primera edición impresa fue hecha por Tomás Antonio Sánchez en 1790, aunque con algunas supresiones que hizo el editor por escrúpulos morales. Actualmente se conservan tres manuscritos distintos, todos ellos más o menos fragmentarios. También han llegado hasta nosotros varios pequeños fragmentos, que demuestran la difusión que tuvo la obra, tanto por la variada procedencia, como por la diversidad de vías por las que han sido transmitidos.
Los tres códices primordiales a que hacíamos referencia se han venido designando, atendiendo a su origen con las letras G, T y S.: El manuscrito G toma esta denominación de don Benito Martínez Gayoso, a quien perteneció. Es el más fragmentario de los tres. Su letra es de finales del siglo XIV. En la actualidad, se guarda en la Biblioteca de la Real Academia Española. El manuscrito T adquiere este nombre porque procede de la catedral de Toledo. Su letra es también de finales del siglo XIV. Es también fragmentario, aunque mucho más completo que el anterior. En nuestra época, se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid. El manuscrito S recibe esta designación por haber sido descubierto en la biblioteca del Colegio Mayor de Salamanca, en cuya Universidad Antigua se conserva hoy. Su letra es de principios del siglo XV. Es el más completo de los tres y lleva la firma de su copista: Alfonsus Peratinensis, es decir, Alfonso de Paradinas.
Se conservan también algunos fragmentos que permiten suplir algunas faltas de los tres manuscritos anteriores. Comparando éstos, observamos que G y T proceden de una misma redacción, mientras que S deriva de otra distinta: en el primer caso, Juan Ruiz afirma que terminó de escribir su libro en 1330, mientras que en el segundo nos dice que lo terminó en 1343. Efectivamente, el Arcipreste sometió a su libro a una doble redacción: después de escribirlo en 1330, lo somete, trece años más tarde, a una revisión en la que mejora el estilo y añade nuevas composiciones. Así, el proceso por el que nos han llegado los textos puede esquematizarse de la siguiente forma: Siguiendo este esquema, Juan Ruiz redactó una primera versión de su obra (A1) en 1330. De este original se hicieron muy pronto copias, algunas de las cuales no serían muy fieles. En 1343, el propio autor, basándose en una copia (Z) ya alterada, elaboró una nueva redacción (A2), añadiendo algunos pasajes nuevos. De Z derivarían una o varias copias (X), en las que se introducirían algunas corrupciones. Alguna o algunas de éstas servirían de modelo para G y T, mientras que S procede de alguna copia (Y) del manuscrito de la segunda redacción del Arcipreste (A2). Las nuevas secciones son, principalmente: las invocaciones iniciales [§§ 1-10], el prólogo en prosa, la aparición de Trotaconventos [§§ 910-949], la glosa del Ave María [§§ 1661-7], las cantigas de loores a Santa María [§§ 1673-7], la cantiga contra Fortuna [§§ 1685-9] y la cantiga contra los clérigos de Talavera [§§ 1690-1709], además de varias estrofas insertadas en otros pasajes y numerosas modificaciones de estilo.
4.2. El título del libro:
Ninguno de los manuscritos está precedido de título. Hasta el siglo XVIII, las escasas referencias convienen en mencionarlo siempre como Libro del Arcipreste (o Libro del Arcipreste de Hita). Los primeros editores le dieron el título genérico de Poesías o el de Libro de cantares (basándose en § 12c). En 1898, Ramón Menéndez Pidal propone el título con el que lo conocemos hoy, basándose en las estrofas 13 y 933: Tú, Señor e Dios mío, que al omne formeste, / enforma e ayuda a un tu arcipreste / que pueda fazer libro de buen amor aqueste, / que los cuerpos alegre e a las almas preste. [§ 13]. Por amor de la vieja e por dezir razón, / buen amor dixe al libro e a ella toda sazón. [§ 933a-b].
Menéndez Pidal interpreta el buen amor como un «amor puro, ordenado y verdadero, capaz de inspirar bellas acciones». En este sentido, sería lo opuesto a loco amor, el amor «desordenado, vano y deshonesto». En cualquier caso, debe constar que la expresión buen amor se repite a lo largo del libro en contextos muy diferentes. Obsérvese que en los dos textos anteriores se hace referencia al buen amor en una oración a Dios y en homenaje a la vieja alcahueta, respectivamente; lo que, sin duda, es contradictorio, o, por lo menos, plurisignificativo. Igual ocurre en muchos otros lugares del libro: si, por ejemplo, en el prólogo en prosa se equipara expresamente el buen amor con el amor de Dios, en otras ocasiones equivale a amor humano, amistad, buena voluntad, amor a la mujer sometido a los preceptos corteses, y no faltan paradigmas de significación ambivalente o ambigua.
4.3. El autor:
De lo manifestado en el libro por su autor, sólo podemos afirmar con seguridad que éste era Juan Ruiz, arcipreste de Hita —en la actual provincia de Guadalajara—, dependiente de la archidiócesis de Toledo, en la época (primera mitad del siglo XIV) en que ésta estaba bajo el mandato del arzobispo don Gil de Albornoz. Los demás datos quedan reducidos a aquellas alusiones referidas al protagonista de las distintas aventuras amorosas, que son narradas en primera persona. Estas indicaciones se refieren principalmente al nacimiento en una indeterminada Alcalá, a una posible estancia en prisión entre la primera y la segunda redacción, y a un retrato que hace Trotaconventos del protagonista.
Sobre el primer aspecto, en la estrofa 1510, Trotaconventos saluda a una mora, de parte del Arcipreste-protagonista, diciendo: Fija, mucho vos saluda uno que es de Alcalá. Esto hizo que la crítica situara en un principio su posible lugar de nacimiento en Alcalá de Henares. Hoy en día, algunas investigaciones parecen hacer posible identificar ese término con Alcalá la Real (actual provincia de Jaén), de donde era natural un tal Juan Ruiz (o Rodríguez) de Cisneros, que en numerosos aspectos coincide con nuestro Juan Ruiz, Arcipreste de Hita. Pero en los documentos aportados no se mencionaba ningún dato que vinculara a Ruiz de Cisneros con la villa de Hita ni se aportaba ningún documento referente a él entre las fechas de las dos redacciones del libro: 1330 y 1343. En 1984 apareció el que podría ser el elemento esencial que faltaba en toda identificación tentativa anterior: la unión en una sola persona del nombre y del oficio, como en las §§ 19 y 575 del Libro. Francisco J. Hernández publicó en la revista La Corónica el texto de un documento del año 1330, la sentencia dada por el “maestro Lorenzo”, canónigo de Segovia, zanjando la larga disputa entre sucesivos arzobispos de Toledo y la cofradía de los curas párrocos de la Villa de Madrid. A la cabeza de los ocho testigos que se mencionan, se encuentra el “uenerabilibus Johanne Roderici archipresbitero de Fita, Gundissalvo Ferrandi clerico in parrochiali ecclesia Sancte Marie de Guadalfaiara...”Desde luego, no está probado que este “venerable Juan Ruiz (o Rodríguez)” sea el autor del Libro de buen amor, ni sabemos nada de él tampoco. Pero la coincidencia de nombre, oficio y fecha es significativa. Reduce enormemente la probabilidad de que en el Libro sean ficticios: si existía ya en realidad un Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, contemporáneo, ¿quién iba a inventarle como pseudónimo, como personaje ficticio? Por lo demás, la probabilidad de que el protagonista de esta autobiografía imaginaria sea el mismo autor está atestiguada por otras “autobiografías” medievales. La mentalidad medieval no admitía, parece, el concepto del autobiógrafo imaginario con identidad distinta de la del autor, tal como lo encontramos desde el Lazarillo de Tormes en adelante. Nadie duda, por ejemplo, que el “yo” de la Vita Nova y de la Divina Commedia es el mismo Dante Alighieri. Si bien no aparece su nombre en la Vita (una sola vez en la Commedia) , la colección de sonetti y canzoni que introduce en la Vita como obra suya, y con comentarios, lo es en realidad, y sirve para identificar al autor con el protagonista.
Una de las cuestiones más debatidas ha sido la de la posible estancia del Arcipreste en prisión, en fecha sin determinar entre 1330 y 1343. Esta creencia procede de dos fuentes distintas, aunque próximas. Una de ellas es el colofón del copista del manuscrito S, Alfonso de Paradinas, que dice: «Este es el libro del Arcipreste de Hita, el qual compuso seyendo preso por mandado del cardenal don Gil, Arçobispo de Toledo [...]». La otra fuente es el propio Arcipreste, que en la versión de 1343 hace distintas alusiones a una prisión en la que dice estar. Por ejemplo: Señor Dios, que a [los] judiós, pueblo de perdición, / saqueste de cativo del poder de Faraón, / a Danïel saqueste del pozo [en] Babilón: / sacä a mí, coitado, d’esta mala presión. [§ 1]; sácam[e] d’esta lazeria, d’esta presión mesquina. [§ 2d]; librä a mí, Dios mío, d’esta presión do yago. [§ 3d].
Esta mención a una prisión fue tomada en sentido literal por el copista Alfonso de Paradinas, y de la misma opinión fueron los primeros comentaristas del libro durante siglos. Sin embargo, a partir del siglo XIX, la mayor parte de la crítica era de la opinión de que Juan Ruiz, al hablar de “prisión”, utiliza una alegoría: se trataría de un tópico del que existen numerosos ejemplos en la literatura medieval, según el cual el alma está prisionera del cuerpo, del pecado y del mundo hasta que la gracia de Dios lo libere. Ahora bien, las referencias de Juan Ruiz a dicha prisión van acompañadas de unos sintagmas que contradicen esta interpretación: afirma que está “en presión sin merecer” [§ 1674e-f] y pide a Dios que le dé la facilidad de la palabra para defenderse de las acusaciones de “traidores”, que aparte de él “rencores” y que todo se vuelva contra tales “mescladores” (“enredadores”): Aún tú, que dixiste a los tus servidores / que con ellos seriés, ante reis dezidores, / e les diriés palabras que fablassen mijores: / Señor, tú sey conmigo, guárdame de traidores. [§ 7]; Dame gracia, Señor de todos los señores, / tira de mí tu saña, tira de mí rencores,/ faz que todo se torne sobre los mescladores: / ¡ayúdam[e], Glorïosa, Madre de pecadores! [§10]. En las oraciones finales, es a la Virgen a quien pide ayuda, y vuelve a mencionar una prisión “sin merecer”, “a tuerto” (lo contrario de “derecho”, “justicia”): de aqueste dolor que siento en presión, sin merecer, tú me deña ëstorcer con el tu defendimiento; [§ 1674e-h]; Sufro grand mal sin merecer, a tuerto [§1683a-b]. Estas referencias a la injusticia de su prisión y la mención que hace de tales “traidores” y “mescladores” hacen pensar en una prisión real, consecuencia de lo que él siente como una injusticia provocada por sus enemigos.
En cuanto a la tercera cuestión mencionada con anterioridad, el retrato que hace Trotaconventos del Arcipreste [§ 1485-9], éste se acerca bastante a otros retratos medievales en los que se presenta el prototipo de hombre sanguíneo y buen amador, tipo del goliardo. Sin embargo, algunos detalles realistas (“la su nariz es luenga: esto le descompón” [§ 1486d]) y la mención a sus habilidades con distintos instrumentos musicales (“sabe los estrumentos”) y con “todas juglarías” [§ 1489b] hacen pensar en una descripción basada en la realidad de este “doñeador alegre” [§ 1489c].
4.4. La forma autobiográfica:
A lo largo del libro, el Arcipreste cuenta las distintas aventuras amorosas del protagonista en forma autobiográfica. Estos episodios, aún con la apariencia de núcleos aislados, independientes entre sí, tienen como hilo argumental: la narración amorosa autobiográfica, la cual es un procedimiento de ficción, de técnica literaria, profusamente utilizado en la literatura medieval. El hilo autobiográfico que une la sarta de aventuras mantiene la unidad de la obra, ya que en torno a él se agrupan las distintas partes del libro. Por eso, el yo poético desaparece en las fábulas y cuentos, que son adaptaciones de fuentes específicas y que cumplen una función concreta: servir de argumentos en el debate. Únicamente en la historia que cuenta los amores entre Don Melón y Doña Endrina cambia el nombre del protagonista (que pasa de ser el Arcipreste a Don Melón de la Huerta), aunque sin que se abandone la narración en primera persona: sólo en la estrofa final de esta aventura amorosa se cambia a la tercera persona, cuando “Doña Endrina e Don Melón en uno casados son”; es lógico, además de tratarse de la adaptación de una obra ajena, es la única historia que acaba en boda, por lo que el protagonista no podía ser un sacerdote.
La forma autobiográfica, que es un procedimiento relativamente frecuente en la literatura didáctica, no lo es en la literatura amorosa medieval, tanto latina como romance. En esta última no aparece hasta finales del siglo XIII con la Vita Nuova (1293) de Dante Alighieri, y en la literatura castellana del siglo XIV es excepcional. Maria Rosa Lida de Malkiel opina que la forma autobiográfica pudo haberla aprendido el Arcipreste de las maqãmat hispano-hebreas, narraciones de tema amoroso con forma autobiográfica. Más recientemente, Francisco Rico señaló que la estructura autobiográfica de la obra se relaciona con la forma en que fueron conocidas durante la Edad Media las versiones latinas del corpus eroticum (obra erótica) atribuido al poeta latino Ovidio (Publio Ovidio Nasón, 43 a.C. – 17 ó 18 d.C.), alguna de las cuales “culminó en la forja de varios relatos de aventuras amorosas, en primera persona, falsamente atribuidos al mismo Ovidio”. Destacarían entre estas obras el Ovidius puellarum y la comedia De Vetula, atribuidas a Ovidio en la época del Arcipreste y que muestran —en especial, la última— un buen número de coincidencias temáticas, aunque no argumentales, con el Libro de Buen Amor. A esta corriente de literatura amorosa, erróneamente asignada a Ovidio, pertenece el Pamphilus, comedia latina medieval de donde tomó el Arcipreste el argumento para su historia de Don Melón y Doña Endrina: Doña Endrina e don Melón en uno casados son,/ alégranse las compañas en las bodas con razón. / Si villanía he fecho, aya de vos perdón, / en lo feo de la estoria dize Pánfilo e Nasón. [§ 891]
4.5. Contenido y estructura:
El sentido de unidad de la obra literaria durante la Edad Media es muy distinto al actual. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que el proceso físico de la confección de un libro es lento y costoso, lo que obliga al autor o al copista a ir acumulando elementos que pueden, en principio, parecer heterogéneos. Esto induce a buscar técnicas que precisen la cohesión interna del libro, un “hilo conductor” que permita unir elementos dispares bajo un denominador común. La estructura resultante, en la mayor parte de los libros medievales, es la que se ha venido en llamar relato en sarta, es decir, la unión de numerosos textos, más o menos extensos, relativamente independientes y relacionados (ensartados) sólo por un hilo argumental o temático muy simple. En el caso del Libro de Buen Amor, su estructura abarca una serie de elementos que, dada su variedad y complejidad, cabe destacar en el siguiente esquema:
- Preliminares §§ 1-6
Oraciones a Dios. Prólogo en prosa, donde el autor expone la intención de su libro. Está relacionado con el tipo de sermones cultos dirigidos a clérigos, pero con un final ambiguo y paródico. Gozos de Santa María. Disputa de los griegos y los romanos y cómo todos los hombres por naturaleza necesitan de la compañía de la mujer.

- Cuerpo §§ 77-1625
Una narración en forma autobiográfica, compuesta por distintas aventuras amorosas del protagonista, cuyos nombre y cargo coinciden con el autor. Historia de Don Melón y Doña Endrina, adaptación del Pamphilus de amore, comedia latina del siglo XII.

- Postliminares §§ 1626-1728
Una advertencia sobre cómo se ha de entender su libro. Composiciones a la Virgen (Gozos de Santa María, Ave María, Cantigas de loores de Santa María). Diversas composiciones de carácter goliardesco (cantigas de escolares, de ciegos, contra la Fortuna, contra los clérigos de Talavera).

Según Ramón Menéndez Pidal, el libro hay que entenderlo como un cancionero personal, en el que el Arcipreste ha ido uniendo distintas composiciones, escritas en diversos momentos de su vida, y a las que ahora intenta darles una cierta cohesión. Para María Rosa Lida de Malkiel, el hilo conductor de todo el libro hay que encontrarlo en la personalidad del Arcipreste, que se yergue sobre la tradición literaria en que se basa el libro. Partiendo de esta unidad personal que agrupa los diversos elementos de la narración, Juan Ruiz ha desarrollado originalmente la obra en torno a una serie de planos que le confieren una artística variedad. El primer plano estaría constituido por los elementos de tipo didáctico, que enlazan la obra con la finalidad primordial del Mester de Clerecía; un segundo plano abarcaría los elementos paródicos y cómicos; y, por fin, un tercer plano constituido por los elementos líricos.
La novela picaresca de forma autobiográfica que constituye el grueso de las aventuras amorosas se interrumpe con otros elementos que se insertan al hilo de la trama:
- Múltiples enxiemplos que funcionan como piezas didácticas, como ilustración o conclusión de un episodio o sirven para el debate por fábulas.
- Un debate de tradición ovidiana entre el protagonista y don Amor, quien más adelante es recibido alegremente por monjas, frailes y el propio Arcipreste (lo que constituye una glosa del Ars Amandi de Ovidio).
- Sátiras (contra el dinero, contra las monjas en el episodio de doña Garoza).
- El pasaje alegórico y paródico de la pelea de don Carnal y doña Cuaresma.
- Disquisiciones didáctico-religiosas (sobre la confesión, sobre las armas del cristiano, sobre la muerte en el planto por Trotaconventos).
- Una colección de poesías líricas sacras (cuatro Gozos y otros tantos Loores de la Virgen, un Ave María, dos cantigas a la Pasión de Cristo) y profanas (cuatro canciones de serranas, dos cantigas de escolares, otras dos de ciego, una trova cazurra y una cantiga sobre la fortuna).
- Digresiones morales, ascéticas, didácticas.
4.6. Las fuentes literarias:
Juan Ruiz, como es habitual en los escritores del Mester de Clerecía, acude a numerosas fuentes al escribir su libro, pero las utiliza reelaborándolas de manera muy personal, llegando incluso a falsearlas humorísticamente para apoyar sus argumentos. En la Edad Media, la literatura didáctica se apoyaba, además de en los ejemplos y fábulas, en las citas de autoridad de autores clásicos y de las Sagradas Escrituras. Pero hay que tener también en cuenta otros antecedentes aportados por las literaturas europea y oriental.
Entre las fuentes más importantes del Libro de Buen Amor cabe destacar las siguientes:
- Fuentes religiosas: la Biblia, especialmente el Libro de los Salmos del profeta David, así como los sermonarios y los tratados morales de la Iglesia.
- Fuentes clásicas: son numerosas, pero destaca el Ars Amandi (Arte de amar) del poeta latino Ovidio, que deja su influencia, más que en detalles concretos, en analogías de conjunto.
- Literatura latina medieval: especialmente importante es el Pamphilus, comedia latina anónima —aunque falsamente atribuida durante la Edad Media a Ovidio— del siglo XII. De esta comedia se servirá para elaborar la historia de Don Melón y Doña Endrina. Algunos relatos en primera persona, también anónimos y falsamente atribuidos a Ovidio, como De Vetula. Del tratado didáctico-amoroso De Amore, de Andrés el Capellán, también del siglo XII, toma, entre otros, los conceptos de “amor purus” (amor a Dios o amor honesto a la mujer, que hace bueno y glorifica al amante, según los cánones del amor cortés) y “amor mixtus” (o amor carnal y pecaminoso). Estos conceptos están en la base de lo que Juan Ruiz llama en su libro, respectivamente “buen amor” y “loco amor”.
- Colecciones de fábulas y ejemplos: se sirve de las numerosísimas recopilaciones de cuentos y fábulas que circularon durante la Edad Media, tanto de fabulistas griegos (debió utilizar seguramente el Isopete, una de las colecciones más difundidas de los cuentos de Esopo), como de la tradición europea ( Romulus, de Walter el Inglés), y de las colecciones de origen oriental y árabe (Calila e Dimna).
- Literatura europea en lengua romance: debió conocer alguna versión en castellano de la Fabliau de la Bataille de Caresme et Carnage, poema anónimo francés del siglo XIII, cuya trama y tema adapta en el episodio de la Pelea de Don Carnal y Doña Cuaresma. También hace mención Juan Ruiz de una Historia Troyana, así como a temas caballerescos como los amores de Tristán y los de Blancaflor y Flores.
- Fuentes goliardescas: los goliardos (estudiantes o clérigos que habían abandonado la vida universitaria o monástica y andaban vagabundos, cantando al amor, al vino, a las mujeres bellas, a la primavera y a todo tipo de placeres mundanos, a la vez que parodiaban el estilo de textos cultos y religiosos) están presentes en numerosas composiciones satíricas: la cantiga de la Cruz cruzada [§ 115], la parodia de las Horas canónicas [§§ 374-387], el Enxiemplo de la propiedat qu’el dinero ha [§§ 490-514] o la Cantiga de los Clérigos de Talavera [§§ 1690-1709].
4.7. Las influencias árabe y hebrea:
La forma autobiográfica amorosa de que se sirve el Arcipreste para escribir su libro es muy poco frecuente en la literatura europea medieval en lengua romance, aunque hay algunos ejemplos de literatura latina de la misma época en que se utiliza este recurso. De ahí que la crítica haya intentado rastrear en las posibles analogías con otras literaturas en que se hubiera podido sostener Juan Ruiz a la hora de redactar su libro.
Unos, como Américo Castro y María Rosa Lida de Malkiel, han investigado en la literatura semítica. Otros, como Claudio Sánchez Albornoz o Francisco Rico, han negado el predominio de tales influencias y han buscado las huellas en la tradición occidental. Américo Castro, en su libro España en su historia, nos presenta un estudio en el que afirma que la figura literaria y humana del Arcipreste sólo se puede entender si se le considera producto de una civilización arabizada. De ahí que lo llame —a efectos literarios— un “clérigo mudéjar”. Resumiendo su tesis, destaca los siguientes aspectos:
- El fondo psicológico islámico.
Para el musulmán no existía el pecado original, y esa “ausencia de culpa” daba lugar a que no se estableciera una escisión entre el goce de los placeres sensuales y el ascetismo más rígido, que en la moral cristiana son incompatibles. Esta contradicción, tanto psicológica como moral y cristiana, la resuelve el Arcipreste mediante el humorismo, que le permite la transición entre una y otra actitud.
- Rasgos de la literatura árabe.
La alternancia entre partes narrativas y líricas, con el uso de la poesía para metaforizar o ejemplificar lo antes tratado en forma narrativa, era un procedimiento típico de los autores árabes. En el libro del Arcipreste se manifiesta por la continua alternancia entre las partes narrativas en cuaderna vía con las partes líricas en versos de arte menor, que ilustran lo tratado con anterioridad.
La tendencia al anecdotismo y a la forma autobiográfica serían otras características tomadas de la literatura árabe medieval como por ejemplo de El collar de la paloma, libro de Ibn Hazm de Córdoba. Según las tesis iniciales —que luego matizaría en una revisión de su libro, titulado ahora La realidad histórica de España— de Américo Castro, Juan Ruiz habría conocido este tratado sobre el amor de este musulmán cordobés del siglo XI, del que pudo haber tomado la forma de la autobiografía amorosa y la alternancia —anteriormente mencionada— entre lo narrativo y lo lírico. Además, recogería de él algunos tópicos del amor, figuras como la alcahueta (los nombres con que son conocidas estas terceras, sus costumbres, etc.), los guardianes, el mensajero que sustituye a su amo... o temas como los efectos que el amor produce en el amante. En resumen, para Américo Castro el doble aspecto del libro refleja la doble herencia de culturas distintas: el conflicto entre el impulso vital y sensual heredado del ambiente islámico y el freno que le imponía la moral cristiana.
Castro recibió enseguida el apoyo de otros críticos. Oliver Asín mostró cómo el nombre de la monja doña Garoza deriva del árabe “alaroza”, que significa “la novia”; en este pasaje, Juan Ruiz muestra así mismo su familiaridad con las costumbres árabes, especialmente el uso de instrumentos musicales y formas de composición literaria —canciones de tema amoroso—. Dámaso Alonso estudió las características del prototipo de mujer bella que describe Juan Ruiz [§§ 431-435], señalando numerosos rasgos que provenían, no de la literatura europea, sino de las descripciones habituales en la literatura árabe de la época. Emilio García Gómez confrontó algunas de las coincidencias más interesantes entre El collar de la paloma y el Libro de Buen Amor.
La tesis contraria a la de Castro la defendió Claudio Sánchez Albornoz. En su libro España, un enigma histórico, rechaza frontalmente la influencia del libro de Ibn Hazm, así como que Juan Ruiz tomara ciertos temas de la literatura árabe, mostrando nuevas similitudes de la obra del Arcipreste con la literatura europea en lengua latina y romance. Para el hispanista inglés Gybbon-Monypenny, la forma autobiográfica del libro no vendría tampoco de la literatura árabe, sino de la europea, y cita como ejemplo la Vita Nuova de Dante y otros textos que se ven influidos por el amor cortés. Estas obras tomaban en serio el amor cortés, y el libro de Juan Ruiz no sería sino una versión paródica del mismo tema.
Actualmente es Francisco Rico quien defiende con mayores argumentos la tradición occidental del Libro de Buen Amor. Para este crítico, la estructura de la obra se relaciona con la forma en que se conocieron las obras del corpus eroticum de Ovidio. Tanto en los libros de éste —el Ars Amandi, los Remedia Amoris, etc.— como en los falsamente atribuidos a él —especialmente De Vetula, el Ovidius puellarum o el mismo Pamphilus— pudo hallar perfectamente nuestro Arcipreste el modelo inspirador de la autobiografía amorosa didáctica e irónica, así como numerosos tipos literarios de los que aparecen en su libro, empezando por los distintos tipos de alcahuetes. Incluso en el único rasgo realista del retrato que del Arcipreste hace Trotaconventos (“la su nariz es luenga, esto le desconpón” —§ 1486d—) puede haber una alusión al segundo nombre de Ovidio: Nasón, es decir, “narigudo”. Además, la misma Biblia ofrece bastantes ejemplos que apoyan la eficacia de una enseñanza que se basa en la primera persona.
Por otra parte, María Rosa Lida de Malkiel afirma que Juan Ruiz tuvo como modelo las maqãmãt de los poetas hispano-hebreos de los siglos XI y XII, y en especial el Libro de las delicias, del judío barcelonés Yosef ben Meir ibn Sabarra, compuesto en la segunda mitad del siglo XII, donde protagonista y narrador aparecen fundidos en un solo personaje, identificado con el autor, que actúa como eje de una acción en que se encuadran aforismos, proverbios, relatos paródicos, cuentos y fábulas, con una combinación del verso lírico y la prosa rimada.
4.8. Interpretación e intención de el Libro de Buen Amor:
Muchas y a veces enfrentadas han sido las interpretaciones de la crítica acerca de la intención que guía a Juan Ruiz a escribir su libro: desde los que han visto una obra esencialmente moralizante, cuya forma autobiográfica y el humorismo, como el uso de las fábulas, ejemplos y alegorías, no son sino recursos didácticos que emplea el Arcipreste para así dar mejor ejemplo moral; hasta los que opinan que, a diferencia de la literatura didáctico-moral y religiosa de su tiempo, lo que predomina en el Libro de Buen Amor es la vitalidad de su autor y su deseo de divertir y divertirse.
De todas formas, estas dos líneas generales de interpretación no tienen por qué ser, en el fondo, del todo contradictorias: el recurso al humorismo es un elemento más del didactismo del libro y no es, ni mucho menos, infrecuente entre los escritores del Mester de Clerecía. Menéndez Pidal, en su libro Poesía juglaresca y orígenes de las literaturas europeas, insiste en el empleo irónico que Juan Ruiz hace del término buen amor, que revela su actitud satírica frente a la vieja tradición didáctico-moral. Además, demuestra los lazos que unían al Arcipreste con la literatura juglaresca y goliardesca. Esta actitud satírica y autoburlesca no es extraña entre los escritores cultos de toda la Europa cristiana durante la Edad Media.
Fue Leo Spitzer el primero en señalar, en referencia a la interpretación del Libro de Buen Amor, la importancia de una clara comprensión de lo que significaba para el hombre medieval el libro y su lectura: siguiendo la tradición de la exégesis bíblica, el hombre medieval buscaba tras la literalidad del texto, bien la interpretación del autor (la glosa), bien la verdad que las apariencias ocultaban, el sentido simbólico que tenía que descubrir por su propio esfuerzo. La glosa que hacía el propio lector podía variar según su capacidad moral o intelectual. El mismo Juan Ruiz insiste continuamente en que se entienda bien su libro, en que el lector no se quede con el sentido superficial —literal— de la palabra y, por el contrario, intente buscar su sentido oculto, es decir, alegórico.
Sin entrar en más pormenores, nuestro juicio es que el Libro de Buen Amor resume muchas de las notas distintivas de su tiempo, que se caracteriza por un universal contraste que coloca al hombre en una continua lucha dialéctica entre el sentimiento religioso y el sentimiento profano. El arte de Juan Ruiz radica en haber sabido recoger en su libro esa lucha, omnipresente en el hombre medieval. Juan Ruiz, cristiano y creyente, pretende mostrar el choque de esa fe con el apetito vital y la “relajación de costumbres” propia de aquel periodo. El Arcipreste, por tanto, nos describe los amores de clérigos y monjas, y con ello no hace otra cosa que informarnos de aconteceres cotidianos en aquel momento. Realiza una parodia de las Horas Canónicas, y los documentos nos informan de que los clérigos actuaban así en toda Europa; al tiempo que sabemos que estas clases de parodias y la expresión de temas sexuales mediante metáforas religiosas fue común a la literatura medieval en todas las lenguas romances y en latín. Informa sobre las concubinas de los clérigos de Talavera y de la negativa de éstos a dejarlas, como manda el Arzobispo, y las disposiciones conciliares coetáneas nos confirman la veracidad del autor.
Así pues, se manifiesta como testigo de su tiempo y la mención de hechos, comportamientos y circunstancias que hoy nos pueden parecer sorprendentes, no son sino una denuncia pública de los mismos. Y este mismo Arcipreste, que se hace protagonista de las aventuras amorosas de su obra, acude luego en devota peregrinación al monasterio de Santa María del Vado para purificarse de sus culpas y le ofrece “con grand omildat” sus cantigas [§ 1045d]. Afirma en su prólogo que de “toda buena obra es comienço e fundamento Dios e la fe católica” y vuelve a declararse creyente “segund la fe católica” en § 140d. O, yendo a aspectos más concretos, critica al clérigo que, desconocedor de su oficio, confiesa a un feligrés de otra parroquia.
En definitiva, Juan Ruiz nos presenta en su obra la lucha entre el “loco amor” y el “buen amor”, en cuanto es un reflejo de la pugna en que se debate el hombre medieval y en cuanto representa la crisis de costumbres de su tiempo. Por esto, reducir exclusivamente el libro a una jocosa broma, o, por el contrario, a una restrictiva apreciación didáctico-moral, sería exagerado. Si el libro es didáctico, participando así del carácter más peculiar de la literatura del Mester de Clerecía, lo ameno y lo humorístico tienen también un valor indudable.
Y queda aún otro propósito: la intención artística. Juan Ruiz quiere mostrar todo un repertorio de composiciones métricas y de recursos estilísticos, un prodigioso manejo del lenguaje: E compóselo otrossí a dar algunos leción e muestra de metrificar e rimar e de trobar; ca trobas e notas e rimas e ditados e versos fiz complidamente, segund que esta ciencia requiere.
4.9. El realismo:
A diferencia de la literatura culta anterior, que era esencialmente simbólica e idealista, en el libro del Arcipreste de Hita comienza a desvelarse un detallado interés por reflejar la realidad cotidiana, sin que por ello desaparezcan los elementos alegóricos. Dicho interés se manifiesta en la minuciosa descripción de los elementos que rodean la actividad del hombre y en el uso de expresiones coloquiales en los diálogos (así, el uso por primera vez en la literatura española del estilo directo).
Esta tendencia realista no es exclusiva del Arcipreste; puede verse en otras obras españolas y europeas de la época. Pero lo sorprendente en él es la intensidad y la minuciosidad en la descripción de la realidad circundante. Las causas de tal auge del realismo hay que buscarlas en el ascenso social de la burguesía, en la creciente importancia de las ciudades, cuya forma de vida se ve reflejada en estas obras. En esta época, la vida experimenta una nueva valoración por sí misma; ya no es sólo un camino para otra vida trascendente. Aparece el tópico del carpe diem (“disfruta el día”, en el sentido de gozar de los placeres de la vida). La extraordinaria capacidad de captación de la realidad por parte del Arcipreste da al libro un carácter documental sobre la sociedad de su tiempo. Por él conocemos las costumbres de la ciudad y del campo, los productos que éste ofrece en las distintas estaciones, los manjares que se degustaban o las golosinas que elaboraban las monjas, los vestidos y cosméticos de las mujeres, las costumbres de los clérigos... Incluso detalles más concretos, como el amancebamiento del rey Alfonso XI, están aludidos hábilmente en el libro.
El engarce concreto de la obra en una sociedad en que conviven tres castas —cristianos, moros y judíos— posibilita también el conocimiento de ciertas costumbres hebreas y musulmanas: la mención, por ejemplo, de la fidelidad de los judíos a su Pascua de pan ácimo, o la descripción de los instrumentos que sirven y los que no para cantares arábigos, son una muestra.
4.10. El lenguaje literario:
a) El estilo
Aunque los rasgos más característicos de la retórica del Mester de Clerecía están continuamente presentes en el libro, en ninguna otra obra de esta escuela posee un valor tan artístico y una elaboración personal tan destacable. Los recursos más significativos y frecuentes en la obra son: - Lo popular: puede observarse en el abundante uso de refranes, sentencias y dichos. Con ello, consigue aumentar la expresividad, el realismo y acercarse a lo juglaresco.
- Amplificación: consiste en explicar de formas distintas un mismo concepto. Se trata de un recurso característico de la literatura didáctica.
- Metáforas y epítetos: con los que se consigue mayor expresividad y esteticismo, aumentando así mismo la capacidad descriptiva.
- Recursos afectivos: especialmente los diminutivos.
- El humorismo: se logra mediante diversos recursos, destacando entre ellos la ambigüedad, los distintos juegos de palabras, las hipérboles y la ironía.
- Reiteraciones: como la anáfora y el paralelismo y las enumeraciones, para aumentar el ritmo y la musicalidad.
- Riqueza léxica: buscando siempre la expresión concreta y apropiada a cada significación, así como vivificando las abstracciones.
- Citas de autoridad: como apoyo a la argumentación en los episodios didácticos. En ocasiones, tales citas son deliberadamente falsas, con intención irónica y humorística.
- Exclamaciones e interrogaciones retóricas: con distinta intención, según el contexto.
b) La métrica
Juan Ruiz es un excelente poeta y compositor, que domina tanto los recursos cultos como los juglarescos. En este sentido, se muestra orgulloso de su obra y es, quizá, el primer poeta castellano consciente de su individual personalidad humana y artística. Como hemos dicho con anterioridad, su libro, en palabras de Ramón Menéndez Pidal, puede ser considerado como un cancionero personal en el que el autor ha ido recogiendo muestras de todo tipo de composiciones, tanto populares como cultas. Según el género de que se trate, se utiliza la estrofa habitual del Mester de Clerecía o se acudirá a otras estrofas en arte menor.
- Partes narrativas: La cuaderna vía es la estrofa tradicional del Mester de Clerecía. Juan Ruiz la utiliza a lo largo de casi todo el libro, siguiendo la tradición establecida. Sin embargo, en algunos pasajes emplea el verso de dieciséis sílabas [8 + 8] en lugar del alejandrino [7 + 7] de origen francés, adaptándose de esta forma al ritmo del octosílabo castellano, más natural y polirrítmico. Esta variación está en relación con el tema y con el efecto estilístico que pretende lograr el Arcipreste.
- Partes líricas: Son muy diversas las composiciones estróficas de arte menor, muchas veces polimétricas; por ejemplo, octosílabos y tetrasílabos. Como referencia, sirvan estos dos ejemplos:· zéjel: un estribillo de versos tetrasílabos monorrimos y estrofas en octosílabos cuyo último verso rima con el estribillo: 4a 4a 4a 4a / 8b 8b 8b 8a / 8c 8c 8c 8a...· sextina de pie quebrado: 8a 8a 4b / 8a 8a 4b...
5. Otras obras del Mester de Clerecía.
5.1. El siglo XIII:
a) El Libro de Alexandre
Sobre la vida de Alejandro Magno, es su obra más ambiciosa. Sigue la Alexandreis (1182) francesa, escrita en latín por Gautier de Châtillon, y, remotamente, la Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia (siglo III d.C.) de Pseudo-Calístenes. Sus 2675 estrofas presentan el nacimiento de Alejandro y su educación por Aristóteles en el trivium y el quadrivium. Derrota a Nicolás y a Pausona, y, ya rey, pacifica Atenas y Tebas e invade Asia. Cita a "Omero" para narrar a los suyos la historia de Troya (coplas 325-761). Alejandro deshace el nudo gordiano antes de enfrentarse a Dario -coplas 1002-1078-. Cruza Damasco, Jerusalén y Egipto, entre profecías y eclipses. Parmenio lo ayuda a vencer de nuevo a Dario -coplas 1349-1451-. Visita Babilonia -descrita en las cc.1460-1534-. Alejandro venga a Dario, asesinado por Besus y Nabarzanes -c.1743-, y engendra un hijo en Calestris, reina amazona -c.1888-. Conquista Escitia y se casa con la hija de Dario. Vence a Poro, rey indio. Alejandro viaja en un arca de vidrio al fondo del mar. Envidiosos, Natura y Belcebú eligen a Antípater para asesinarlo. Mientras, explora los cielos, conducido por grifos. En Babilonia lo proclaman rey universal. Bebe un veneno, hace testamento y queda enterrado en Alejandría. Una breve consideración moral cierra la obra.
Se ha pensado que el libro pudo funcionar como speculum principum pues Alejandro está configurado como un modélico rey medieval, al tiempo que como un caballero, aunque en su evolución como personaje, el orgullo y la falta de mesura, le acarreen funestas consecuencias, lo que al fin y al cabo no era sino otro elemento didáctico por vía negativa. En cuanto speculum principum deviene ejemplo de la vanidad de las cosas de este mundo.
El Libro de Alexandre se conserva, casi completo, en dos códices: el manuscrito O[suna] (siglos XIII-XIV), leonés y firmado por Juan Lorenzo de Astorga, y el manuscrito P[arís] (siglo XV), a nombre de Gonzalo de Berceo, quizá copista, pero, difícilmente, autor del libro. Existen fragmentos aislados en el Archivo Ducal de Medinaceli (siglo XIV); en El Victorial (siglo XV) o en copias del siglo XVI del manuscrito B[ugedo] (siglo XIII), hoy perdido. La estrofa 1799 permite datarlo entre los años 1202 y 1228. Sus digresiones hacen del poema un texto enciclopédico. La vida de Alejandro Magno es tema constante en nuestra literatura. La trata Alfonso X en la Cuarta Parte de su General Estoria, según la Historia de Preliis latina.
b) De una Disputa del alma y el cuerpo (h.1201), procedente del Monasterio de Oña, conservamos 74 pareados heptasílabos, en los que el alma de un difunto recuerda al cuerpo los lujos que la han perdido.
c) En dísticos de ocho y nueve versos se transmite la Razón de amor, con los denuestos del agua y el vino, o Siesta de abril, título menos afortunado del poema. Copiado entre sermones y exorcismos latinos, consta de 146 líneas: 264 versos. Presenta a un clérigo escolar, cuya siesta en un prado interrumpe una doncella que lo ama sin conocerlo. Tras besarse y solazarse, ella desaparece. El escolar contempla una paloma que vierte agua de una copa sobre el vino de otra, y provoca una disputa entre ambos elementos, que cierra la obra. La diferencia entre las secciones hace pensar en dos obras sueltas, coordinadas posteriormente, pero existe unidad en el texto, que sorprende por su contenido. La primera parte se asocia con el amor cortés; la segunda, con los poemas goliárdicos latinomedievales. Que su autor estudiase en Alemania, Francia y Lombardía nos sitúa ante uno de los clerici vacantes que representan la clerecía del siglo XIII.
d) El Libro de Apolonio está copiado en el manuscrito escurialense de fines del siglo XIV. Lo forman 656 cuaderna vías que romancean la Historia Apolonii Regis Tyri (siglos V-VI). Queriendo Apolonio casarse con la hija del rey Antioco, descubre por enigmas un incesto entre padre e hija. Fugitivo, naufraga, pero un pescador lo consuela. En la Corte conquista con su música a Luciana, hija del rey Architrastres. Muerto Antioco, los esposos embarcan hacia Tiro. En la travesía nace Tarsiana y su madre, aparentemente muerta tras el parto, es arrojada al mar en un cofre. Reanimada, ingresa en un convento. Venden a Tarsiana a unas piratas, pero evita prostituirse, gracias a su arte de vihuelista. Apolonio la reconoce y la casa con el rey Antinágoras. Un sueño permite recuperar a Luciana. Cierra el poema una reflexión moral.
La obra se escribiría entre 1240 y 1260, por el estado de su lengua, de rasgos franceses o catalanes.
e) Del Poema de Fernán González sobreviven unas 700 cuaderna vías, copiadas descuidadamente en un manuscrito conservado en la Biblioteca Escurialense. Aunque cita un escrito o leyenda -acaso un Epitoma Imperatorum, derivado de la Crónica mozárabe (h.754) u otras crónicas del tudense o el toledano-, la obra puede derivar de un cantar de gesta hoy perdido. Su autor conocería además el Libro de Alexandre.
Resume la historia de Hispania, con la invasión árabe y la figura de Bernardo del Carpio. Fernán González, criado por un carbonero, aparece desde la copla 174: muertos sus hermanos, hereda el condado de Castilla y vence a Almanzor, según la profecía del monje Pelayo en la ermita de San Pedro de Arlanza, que recibirá sus donativos. Sancho de Navarra invade Castilla y lo paga con su vida. Contraataca Almanzor; Fernán González conoce de Pelayo -ya muerto- y de San Millán su futura victoria. Una serpiente aterra sus tropas, pero Santiago hace vencedora a Castilla. Sancho Ordóñez de León recibe del conde un azor y un caballo si paga al gallarín el posible retraso en la deuda. Mientras, la reina de León engaña al castellano, proponiendo unas bodas con doña Sancha, hija del rey navarro. Prisionero el conde, la infanta lo libera si cumple su promesa matrimonial. Huyendo, matan a un arcipreste que intenta forzarla. Antes de las bodas, el rey navarro ataca Castilla, pero su hija lo libera. Sancho Ordóñez pide ayuda a Castilla contra los moros. El conde actúa sin los leoneses, reclama su dinero y se defiende del rey navarro... Aquí se interrumpe la copia, que narraría la independencia de Castilla al no poder pagar el rey su deuda. Que el texto original era más cuidado lo prueban cuatro cuadernas vías copiadas en una teja del siglo XIV, descubierta al norte de Burgos. Una alusión a los benimerines centra el poema hacia 1264, y los conflictos con Navarra lo sitúan en época alfonsí.
5.2. El siglo XIV:
Conservamos gran parte de nuestra literatura del siglo XIV en códices misceláneos que incluyen obras heterogéneas, de verso o de prosa, en un solo libro, o, incluso, en una sola obra. De ahí el carácter proteico de textos como el Libro de Buen Amor o el Rimado de Palacio. Las burlas se unen a las veras, la historia a la moralidad, etc. La evolución del Mester de Clerecía será, para algunos, una degradación respecto a los presupuestos del siglo anterior: se cambia el propósito enciclopédico y ambicioso del Libro de Alexandre por una tendencia a lo individual: la burla, la moralidad o la religiosidad personales. La desaparición del hiato, del cultismo y de la tradición clásica harán que la cuaderna vía sea, básicamente, una rutina del siglo anterior.
a) De la primera década de siglo parece una Vida de San Ildefonso (¿1303-09?), escrita por un clérigo que fue Beneficiado de Úbeda y transmitida en un manuscrito del siglo XV, del que se harán copias posteriores. En el códice medieval el poema presenta 279 cuaderna vías, muy estropeadas, con coplas de dos a cinco versos y de siete, ocho o más sílabas. Relata el nacimiento del santo, único hijo de ancianos progenitores, y sus estudios con San Eugenio y San Isidoro. Será arcediano y, pese a la oposición de su padre, ingresará en una abadía de la que será abad. Elegido arzobispo, compone un Tratado sobre la virginidad de María. Muere su madre. Santa Leocadia lo alaba y la Virgen le envía una casulla. Difunto Ildefonso, al vestirla su soberbio sucesor, queda castigado por su osadía.
b) En la primera mitad del siglo XIV pudo escribirse el Libro de Miseria de Omne. Lo forman quinientas dos cuaderna vías de versos con hemistiquios octosílabos. La sinalefa, frecuente, permite fecharlo hacia mediados del siglo. El códice, copiado en el siglo XV, se guarda en la Biblioteca Menéndez Pelayo (Santander) y contiene diversas obras. El Libro de Miseria de Omne es una versión en romance del libro De contemptu mundi de Inocencio III (1160-1216). Su primer libro expone las miserias de la condición humana, para, en el segundo, centrarse en los vicios del hombre. Un tercer libro, breve, de carácter apocalíptico, recrea los terrores del juicio final.
c) Poco más de 2450 coplas de cuatro versos octosílabos -rima a b a b 8- nos quedan del Poema de Alfonso XI (hacia 1348). El poema, incompleto, parte de la minoría de edad del rey y se cierra con la conquista de Algeciras. Se le llamó crónica rimada por su afinidad con las Crónicas de Alfonso XI. De su monotonía destacan pasajes, como los consejos de Martín Ferrández, ayo del rey niño (cc. 112-152 aprox.) o la coronación del rey (c. 400 y ss.).
d) El judío Sem Tob de Carrión perteneció a la aljama de Carrión de los Condes (Palencia). Nacería en la última década del siglo XIII. En Soria compuso su Batalla entre el cálamo y las tijeras (1345), en hebreo. Después de 1350 redactó en castellano los Proverbios Morales, conservados en cinco códices, que oscilan entre las 560 coplas del manuscrito de Cambridge -escrito en caracteres hebreos- y las 686 coplas del manuscrito escurialense, si exceptuamos el códice conquense: 219 coplas copiadas por Ferrán Verde, víctima de la Inquisición, en 1492. Las ediciones modernas lo presentan precedido de un prólogo en prosa, que defiende la difusión del saber, y algo más de 700 coplas de cuatro versos heptasílabos que riman a b a b 7. Aunque los proverbios se dirigen a un público cristiano, presenta características de la literatura árabe -a la que imita la hebrea en esta época-, con juegos de palabras o alusiones al arte de escribir con tijeras. Recomienda la cautela, la observación y la adaptación a circunstancias adversas. Su última obra, en hebreo, pudo ser el Viddui, oración de penitencia, escrita durante la guerra de Pedro y Enrique, ya saqueada la aljama de Toledo. Se tradujo al castellano en 1553. Se le atribuyen también una Súplica y otras poesías litúrgicas en hebreo.
e) Cierra este siglo la figura del alavés Pedro López de Ayala (1332-1407). Nacido de una de las familias nobles de Castilla, fue sobrino del obispo Pedro Gómez Barroso y doncel del rey Pedro. En 1367 y durante unos meses, fue prisionero del príncipe Negro. Sería alférez mayor del Pendón de la Banda del futuro Enrique II. Desde 1378 viaja a Francia y pacta las alianzas con España durante esta época. Prisionero de los portugueses tras la batalla de Aljubarrota, redactaría en prisión su Libro de la caza de las aves y partes de su Rimado de Palacio. Libre, continúa sus embajadas en Francia. En 1395 lo hallamos en Aviñón, preocupado por el cisma del Papado. Desde 1398 será Canciller de Castilla y apoyará la orden de los Jerónimos. Murió a los setenta y cinco años. Su formación literaria se gestaría junto a su padre, en la Corte de Carlos V y VI de Francia y en la de Aviñón.
El libro Rimado del Palaçio se conserva, básicamente, en dos manuscritos del siglo XV -uno escurialense y otro en la BNE- y en dos breves fragmentos: el parisino -25 octavas de arte mayor- y el del Cancionero de Baena -siete o nueve coplas de arte mayor-. Entre el desorden de los códices, las ediciones modernas reconstruyen algo más de 2100 cuaderna vías, en las que, con toda probabilidad, incluyen diferentes redacciones de los mismos pasajes. La confesión rimada repasa los mandamientos, los pecados mortales, las obras espirituales y los pecados de los cinco sentidos, para seguir con los males de la Iglesia. Después trata la sátira de la iglesia y de la corte (cc. 191-423): papas, obispos, reyes, privados, siguiendo a Egidio Romano en su De Regimine Principum, mercaderes, caballeros, oficiales de justicia... Concluye con una oración a Dios.
La sátira continúa con las célebres coplas (424-719) de los fechos de Palaçio, acerca del cortesano que pretende cobrar el dinero que el rey le debe y queda desanimado por las dificultades. Siguen la pintura de las tribulaciones del rey, consideraciones sobre la muerte, la riqueza, el poder, el monarca perfecto y una nueva oración. Se interrumpe el curso del libro y de la cuaderna vía para presentar siete oraciones a la Virgen, tres dictados sobre el hecho de la Iglesia -la división del Papado-, éstas últimas escritas en octavas de arte mayor, y seis nuevas oraciones a la Virgen. Retomamos el tono moral del libro y el tetrástrofo monorrimo, con un romanceamiento del Libro de Job, acompañado de la glosa del Papa San Gregorio (cc. 909-2107). No conservamos el final de este texto que narra las tribulaciones de Job, las maldades de quienes pretenden consolarlo y las observaciones y experiencias de Gregorio.
El tono puede resultar monótono, ya que las coplas parecen desordenadas y correspondientes a diversas redacciones textuales. Se insiste en motivos como la miseria del hombre, la aparente injusticia del mundo, que obedece a lo inescrutable de los designios divinos, y la necesidad de practicar las virtudes para obtener el perdón de Dios en el juicio final. Para completar la producción poética de López de Ayala, recordaremos los setenta y seis versos en coplas de arte mayor, en respuesta a una cuestión de Ferrán Sánchez Talavera sobre lo oculto de los juicios de Dios, incluida en el Cancionero de Baena.